29/09/22 Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.




Dan 7, 9-10.13-14
Sal 137
Jn 1, 47-51
 
            En el credo solemne proclamamos a Dios “creador de todas las cosas visibles e invisibles”. La fe nos abre a una visión que va más allá de la pura materia, que va más allá de los sentidos: creemos y nos relacionamos con ese mundo invisible en el que hallamos a Dios mismo, a María, a los santos, a nuestros hermanos difuntos y… naturalmente a los ángeles.
 
            San León nos recuerda que el nombre de “ángel” no se refiere a lo que son (son seres espirituales), sino a su misión: son mensajeros, misioneros, enviados por Dios para ayudar al hombre. Lo hacen libremente porque comparten con Él ese amor totalmente gratuito y loco de Dios hacia los hombres. Los que no aceptaron ese amor, se rebelaron, y buscan perder al hombre, especialmente como nos recuerda el Apocalipsis, a los hijos de la Mujer, a los que profesan la fe en Cristo.
 
            Para las misiones importantes Dios envía a los mejores ángeles, a los Arcángeles: Miguel (para defendernos), Gabriel (para sostenerlos), Rafael (para curarnos). ¿Qué necesitas tú hoy? ¿Que te defiendan, que te sostengan, que te curen? Invoca a tu arcángel.
 
            Las lecturas de hoy nos presentan a los ángeles al servicio de Cristo. El Himno de la carta a los Colosenses ya nos recuerda que “Todas las cosas fueron creadas en Él, tanto las visibles como las invisibles: tronos, dominaciones potestades, …” (Col 1, 15ss)
 
En la primera lectura los ángeles son testigos de la misión que el Anciano (el Padre) encomienda al Hijo del Hombre (a Jesucristo). En el Evangelio los ángeles nos muestran a Cristo como la verdadera escala de Jacob que une al cielo y a la tierra.
 
            Con el Salmo, alabemos a Dios por su gran amor hacia nosotros, con la certeza de que esta alabanza, nuestra Eucaristía (nos lo recuerda la anáfora I, después de la consagración), sube de manos de los ángeles a la presencia de Dios.

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