Domingo 15 T. Ordinario "C"


Dt 30, 10-14

Sal 68

Col 1, 15-20

Lc 10, 25-37

 

El Evangelio viene a recordarnos algo que ya sabemos, como también lo sabía el escriba que se acerca a Jesús. Si quieres la Vida Eterna, si quieres vivir el cielo: ama al Señor con todo tu ser y a tu prójimo como a ti mismo, porque eso es lo que se vive en el cielo.

 

Pero, también nosotros, como el escriba, nos vemos tentados a poner excusas porque tenemos experiencias de que esa palabra es inalcanzable, como el mismo Cielo. Amar a Dios, especialmente cuando no lo vemos, cuando no lo entendemos, cuando no percibimos su amor, ya nos resulta una lucha, una agonía. Pero, además, llevamos años queriendo e intentando amar a los demás, especialmente a los prójimos (al marido o mujer, a los hijos, a los hermanos de comunidad). Pero, cuando nos matan, cuando destruyen nuestro ser, aparece la tentación del desánimo, de tirar la toalla.

 

La Palabra de hoy viene en nuestra ayuda, a consolarnos, animarnos, a darnos Espíritu. La primera lectura nos aseguraba que esta Palabra:

            No está lejos de nosotros porque esta Palabra está inscrita en nuestro corazón y está Palabra que es Cristo está cerca de nosotros.

            No hay que ir a buscarla al cielo, porque esta Palabra ha bajado del cielo, se ha encarnado en Cristo.

            No hay que irla a buscar más allá del mar, de la muerte, porque esta Palabra está resucitada para nosotros.

 

La segunda lectura nos recuerda algo que a mí personalmente me ayuda mucho: Hemos sido creados en Cristo, por él y para Él. Sin Cristo Dios no nos había creado, porque Dios es Amor Puro y nos ha creado para la Vida, no para la frustración.

 

El salmo nos invitaba a no desesperar de nuestra pobreza, de nuestra miseria y el Evangelio nos recordaba el por qué. Porque Cristo es nuestro prójimo, nuestro buen samaritano, el ha sanado nuestras heridas, nos ha ungido y ha pagado por nosotros las dos monedas que simbolizan el Shemá

 

Cristo ha cumplido para nosotros el Shemá para que podamos empezar a vivir la vida eterna ya ahora en nuestra debilidad, en nuestra precariedad, y para que podamos, como nos exhorta al final del Evangelio,  hacer nosotros lo mismo, para que podamos dar gratis lo que hemos recibido gratis, para que podamos pasar por la vida haciendo el bien como Él, para que nuestra muerte sea como su muerte y vaya nuestra vida donde Él.

 

Tenemos hechos de que eso es posible cuando Él viven en nosotros. Recibámoslo, pues, en este Eucaristía.

Comentarios

Entradas populares