01/11/22 Todos los Santos.
Ap 7, 2-4.9-14
Sal 23
1 Jn 3, 1-3
Mt 5, 1-12
Entramos en el mes de Noviembre, el último del año litúrgico. La Iglesia nos invita en este mes a parar un momento, a detener el ritmo frenético de nuestras vidas, a elevar la mirada de los problemas cotidianos y de la rutina y a tomar consciencia de dónde venimos, a dónde vamos y quiénes somos.
El Salmo nos recordaba quiénes somos: somos el grupo que viene a la presencia del Señor. Somos la Iglesia. Somos una humanidad nueva que vive un regalo maravilloso: la Comunión de los Santos.
Como hemos proclamado en el apocalipsis somos la hermandad de los que hemos sido rescatados de la gran tribulación (de las tinieblas, de la esclavitud, de la muerte de Egipto), en el bautismo hemos sido lavados en la sangre del Cordero y nos han revestido con la vestidura blanca de la Gratuidad del amor de Dios.
Una hermandad que no sólo la formamos La Iglesia Militante: los que aún estamos en camino, en el combate para mantener la fe y la esperanza en que seremos transformados cuando veamos a Dios tal cual es, como proclamaba la segunda lectura.
Están también los hermanos que ya han vencido, que ya han sido plenamente transformados, que gozan de la plenitud de Dios y desde allí interceden por nosotros: La Iglesia Triunfante cuya fiesta celebramos hoy.
Y están también los hermanos que, en Dios, están culminando su proceso de purificación, de santificación, de transfiguración, para poder gozar plenamente de la plenitud de Dios: la Iglesia Purgante cuya memoria celebraremos mañana como una invitación a expresar nuestro amor hacia ellos en la oración.
¿A dónde vamos? La Iglesia nos recuerda que estamos inmersos en un gran combate, el combate definitivo. Toda la historia de la humanidad es un gran Juicio. ¿Quién ganará el Juicio? ¿Dios que ha creado el hombre y confía en él o el Diablo que afirma que haber creado al hombre es la gran equivocación de Dios, que el hombre no tiene solución y acabará destruyéndose a sí mismo? Tu, hoy, … ¿A quién le das la razón? ¿Con quién te alías?
Con estas fiestas iniciamos el tiempo de la Esperanza. La fiesta de hoy nos recuerda que hay una gran cantidad de hermanos, como nosotros, que han vencido. Hay tantos santos y caminamos entre santos. El Evangelio nos recuerda que tenemos asegurada la victoria, la beatitud (la felicidad), si aceptamos ser pobres, si aceptamos nuestra pobreza, si aceptamos que Dios sea nuestra justicia y nuestra santidad.
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