23/01/25 Conversión de San Pablo
He 22, 3-16
Sal 116
Mc 16, 15-18
Celebramos hoy la fiesta de la conversión de San Pablo. Es la única fiesta litúrgica que celebra una conversión. Pero es como una celebración por el regalo que es la conversión en sí.
La conversión no es un acto moralista ni la iniciativa parte del hombre. La conversión es un encuentro con el Dios que sale a buscarte a través de Cristo resucitado. Como vemos en Pablo, este encuentro ilumina toda tu vida. hasta entonces el protagonista de la historia de Pablo ha sido Pablo mismo, aunque Dios ya había actuado en la vida de Pablo de una forma escondida; pero, a partir de ese encuentro con Cristo, el protagonista en la vida de Pablo será Cristo mismo.
Ese momento, ese encuentro hace ver toda la historia de Pablo como una obra de Dios: todo repercute en bien de los que Dios ama; incluso los propios pecados los propios errores.
Este encuentro con Cristo resucitado, que te abre los ojos para hacerte ver el amor gratuito que Dios te ha tenido y te tiene, produce unos frutos. en el Evangelio vemos unas señales que acompañan no a los que anuncian el Evangelio, sino a los que creen en el Evangelio: compartir la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte.
La conversión nos hace testigos del Evangelio, como proclama el Salmo. Uno de los más cortos del salterio, pero un auténtico kerigma. El testigo no se anuncia a sí mismo, sino que anuncia la misericordia, el amor gratuito que Dios ha tenido con él y quiere que todos tengan acceso a ese amor gratuito a través de la conversión.
La fiesta de hoy es también un canto a la esperanza. Todo es posible Para el Dios de la Gracia. Incluso para los fariseos es posible la conversión, es posible que Dios les abra los ojos y que de moralistas y fiscales se conviertan en enamorados y anunciadores del amor gratuito de Dios.
Sal 116
Mc 16, 15-18
Celebramos hoy la fiesta de la conversión de San Pablo. Es la única fiesta litúrgica que celebra una conversión. Pero es como una celebración por el regalo que es la conversión en sí.
La conversión no es un acto moralista ni la iniciativa parte del hombre. La conversión es un encuentro con el Dios que sale a buscarte a través de Cristo resucitado. Como vemos en Pablo, este encuentro ilumina toda tu vida. hasta entonces el protagonista de la historia de Pablo ha sido Pablo mismo, aunque Dios ya había actuado en la vida de Pablo de una forma escondida; pero, a partir de ese encuentro con Cristo, el protagonista en la vida de Pablo será Cristo mismo.
Ese momento, ese encuentro hace ver toda la historia de Pablo como una obra de Dios: todo repercute en bien de los que Dios ama; incluso los propios pecados los propios errores.
Este encuentro con Cristo resucitado, que te abre los ojos para hacerte ver el amor gratuito que Dios te ha tenido y te tiene, produce unos frutos. en el Evangelio vemos unas señales que acompañan no a los que anuncian el Evangelio, sino a los que creen en el Evangelio: compartir la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte.
La conversión nos hace testigos del Evangelio, como proclama el Salmo. Uno de los más cortos del salterio, pero un auténtico kerigma. El testigo no se anuncia a sí mismo, sino que anuncia la misericordia, el amor gratuito que Dios ha tenido con él y quiere que todos tengan acceso a ese amor gratuito a través de la conversión.
La fiesta de hoy es también un canto a la esperanza. Todo es posible Para el Dios de la Gracia. Incluso para los fariseos es posible la conversión, es posible que Dios les abra los ojos y que de moralistas y fiscales se conviertan en enamorados y anunciadores del amor gratuito de Dios.
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