Tiempo Ordinario (Impar) Viernes semana 03
Hb 10, 32-39
Sal 36
Mc 4, 26-34
La primera lectura proclama hoy que la fe es un combate. Al creyente no le faltarán persecuciones ni pruebas. El sufrimiento es una presencia constante en la vida del hombre, no se puede evitar el sufrimiento. Pero, lo importante es el sentido de este sufrimiento, el por qué sufrimos. No es lo mismo sufrir sin sentido, que sufrir por seguir creyendo, por seguir esperando. Eso es la paciencia.
La paciencia es fruto del amor, por eso la fuente de la paciencia es la fuente del amor, o sea: Dios mismo. Nosotros somos impacientes por naturaleza. Hemos de pedir que se nos dé la paciencia como un regalo, como un don.
Es bueno que el Salmo nos recuerde que en el combate de la fe no estamos solos. Dios combate con nosotros y por nosotros. Su Gracia nos basta.
El Evangelio nos recuerda que es el señor habla en parábolas es para darnos la libertad de escuchar según lo que hay en nuestro corazón. Y así, aunque nos gustaría una presencia del reino victoriosa, triunfante, gloriosa, a lo grande, El Reino de Dios viene en la pequeñez, en la humildad, en la falta de apariencia; pero, tiene en sí mismo una potencia de crecimiento y de sentido enormes y nos invita a descubrir ese poder precisamente en su humildad,
Sal 36
Mc 4, 26-34
La primera lectura proclama hoy que la fe es un combate. Al creyente no le faltarán persecuciones ni pruebas. El sufrimiento es una presencia constante en la vida del hombre, no se puede evitar el sufrimiento. Pero, lo importante es el sentido de este sufrimiento, el por qué sufrimos. No es lo mismo sufrir sin sentido, que sufrir por seguir creyendo, por seguir esperando. Eso es la paciencia.
La paciencia es fruto del amor, por eso la fuente de la paciencia es la fuente del amor, o sea: Dios mismo. Nosotros somos impacientes por naturaleza. Hemos de pedir que se nos dé la paciencia como un regalo, como un don.
Es bueno que el Salmo nos recuerde que en el combate de la fe no estamos solos. Dios combate con nosotros y por nosotros. Su Gracia nos basta.
El Evangelio nos recuerda que es el señor habla en parábolas es para darnos la libertad de escuchar según lo que hay en nuestro corazón. Y así, aunque nos gustaría una presencia del reino victoriosa, triunfante, gloriosa, a lo grande, El Reino de Dios viene en la pequeñez, en la humildad, en la falta de apariencia; pero, tiene en sí mismo una potencia de crecimiento y de sentido enormes y nos invita a descubrir ese poder precisamente en su humildad,



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