Domingo 6º de Pascua – Ciclo “A”

Act 8, 5-8.14-17

Salmo 65, 1-7.16.20

1 P 3, 15-18

Jn 14, 15-21

 

            En la oración colecta hemos pedido al Señor que nos conceda continuar celebrando con fervor estas fiestas y que ellas transformen nuestras vidas y se manifiesten en las obras. Quien lo hace posible es la presencia del Espíritu en Nosotros, ese Espíritu cuya venida celebraremos próximamente en Pentecostés. 

 

            Ese Espíritu que el mundo no puede recibir pero que nosotros conocemos. La lectura de los Hechos, que hemos proclamado nos recuerda cómo ese Espíritu se nos ha dado por la Palabra y por los Sacramentos: por el bautismo y la confirmación que hemos recibido de la Iglesia y que ella misma nos ha invitado a renovar. 

 

Sabemos lo que deseamos, lo que esperamos: puesto que nuestra Vida es un Juicio, un Combate, un Litigio (palabra que sintetiza las dos anteriores), necesitamos alguien que continúe sosteniéndonos, que defendiéndonos frente a los enemigos, a los que nos acusan, como ha hecho ya en tantas ocasiones.

 

            La promesa de Cristo en el Evangelio es la de “otro” Paráclito, “otro” abogado defensor. Eso significa que tenemos dos Paráclitos, dos defensores: el uno y el otro. 

 

            Nuestro primer Defensor es Cristo mismo. En la Epístola a los Romanos, San Pablo nos asegura: “¿Quién nos condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió, es más, resucitó? ¿el que a la derecha de Dios intercede por nosotros”? Y en la 1ª carta de San Juan se nos dice: “Os escribo esto para que no pequéis (para que venzáis en el combate). Pero si pecamos (en el Juicio) tenemos un abogado ante el Padre, Jesucristo, el Justo”. 

 

            Tenemos otro Defensor, el Espíritu Santo. ¿Cómo nos defiende? Haciendo que en el combate, en el juicio, sostengamos su espada, la Espada del Espíritu que es la Palabra de Dios, como nos recuerda la carta a los Efesios. 

 

Pero, sobre todo, nos defiende dando testimonio a nuestro Espíritu. Testimonio de la Verdad: Que Dios es amor y nos ama ciertamente, gratuitamente. Testimonio de Cristo: de la obra que ha hecho por nosotros y en nosotros, dándose totalmente a nosotros. Testimonio de que Dios nos ha llamado no a ser esclavos, sino Hijos; testimonio que nos lleva a decir: “Abbá, Padre” (Romanos y Gálatas)

 

El Espíritu nos defiende también, calzándonos con el celo por anunciar el Evangelio, por testimoniar la obra de Dios en nosotros, como hemos proclamado en el Salmo. Ya sabemos que la mejor defensa es el ataque y “ay de mi si no evangelizara”. Si olvidamos el celo por la evangelización, el enemigo nos cuela goles por doquier.

 

Evangelizar es dar razón de nuestra esperanza, nos recordaba Pedro en su carta, pero dejando que lo haga el Espíritu a su manera. Con la humildad, la delicadeza, el profundo respeto a la libertad del otro y la paciencia que le caracteriza como maestro, pedagogo de la humanidad. La Paciencia, la capacidad de sufrir por esperar el crecimiento, la madurez propia y de los demás. “Ven Espíritu Santo y llénanos de tus dones y tus frutos”.

Comentarios

Entradas populares