Domingo 25 Tiempo Ordinario "A"
Is 55, 6-9
Sal 144
Flp 1. 20-24.27
Mt 20, 1-16
Isaías en la primera lectura nos invitaba a convertirnos al Señor, a sus caminos, a su perdón, ese perdón en que se centraba la Palabra del pasado domingo. Convertirnos a su justicia (que no es la nuestra), a su Amor, un amor gratuito que no es el nuestro. Humanamente, el perdón es una injusticia (porque lo justo es que el que la hace la pague), el amor gratuito es una injusticia (el amor ha de darse a quien es amable, digno de amor)
Si el perdón no nos escandaliza, si el amor gratuito no nos escandaliza, si este evangelio de hoy no nos escandaliza, es porque no vemos su seriedad, su profundidad. ¿Qué han hecho esos jornaleros de última hora para merecer el salario? ¿Qué ha hecho el llamado “buen” ladrón para ser el primero en entrar en el paraíso? ¿Cómo te suena eso de que las prostitutas y los publicanos te precedan en el Reino de los Cielos? Imagina que estás en la cola para entrar en el cielo y que veas que entran primero los que no han pisado la Iglesia, los indeseables.
Pero si el perdón y el amor gratuito te escandalizan, es que has comprendido su seriedad, pero no los vives. Entonces que… ¿“me escandalizo o no me escandalizo”?. Lo importante es que el amor gratuito no te deje indiferente. Y si, con el salmo, puedes sorprenderte, puedes alegrarte, puedes bendecir esa bondad de Dios, esa justicia de Dios, es que empiezas a vivir en el Reino de la gratuidad, en el Reino del Dayenú.
Para entender el evangelio hay que recordar lo que es la vida del jornalero. Lo han vivido algunos de nuestros padres. Ir a la plaza a esperar a que te contraten porque si no lo hacen ni tú ni los tuyos tienen de qué comer. Qué descanso, qué alivio cuando te escogen. Qué angustia cuando van pasando las horas y ves que hoy no va a haber comida. Pero, además, la verdadera paga (como nos recuerda san Pablo) es la de trabajar en la viña, la de poder evangelizar, poder servir al Señor con alegría. Recordemos la oración: Porque en servirte a ti, Sumo Bien, reside la verdadera alegría.
La segunda lectura nos recordaba, de otra manera, lo que escuchamos la semana pasada: no nos pertenecemos porque el Señor nos ha comprado con su sangre. Nos ha comprado para servir al perdón, para servir al amor gratuito. Hoy nos recuerda San Pablo que en la vida y en la muerte somos del Señor. Vivir o morir es secundario. Lo importante es estar con el Señor, gustando qué bueno es el Señor. Una cosa te pido, una cosa te ruego: No dudar nunca de tu amor, estar contigo, estar contigo.
Como anunciaban la primera lectura y el salmo, vivir el perdón, el amor gratuito es posible porque el Señor está cerca. El es el Enmanuel, el Dios con nosotros, en se ha encarnado y quiere encarnarse en nosotros. Quiere hacer de nosotros templos de su amor gratuito, para que podamos ser testigos, anunciadores y comunicadores de ese amor gratuito.
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