A.- Domingo 32 Ordinario


Sb 6, 13-14

Sal 62

1 Tes 4, 13-17

Mt 25, 1-13

 

           La 1º lectura nos habla hoy de la Sabiduría. A diferencia de la Inteligencia que tiene un componente genético, la Sabiduría está abierta a todosLa raíz de la palabra viene de Saber y de Sabor y es el arte de aprender de la vida, de lo vivido. El arte de aprender a encontrar el sabor de la vida, el gusto de la vida, el sentido de la vida para poder amar la vida, porque, con el Salmo, tenemos una sed infinita de vida.

 

Sin embargo, ese camino de aprendizaje viene acompañado de un espíritu que proyecta una luz o una oscuridad sobre nuestra experiencia de vida. Y si el espíritu que habita en nosotros es el de la ley y el pecado, es el espíritu del juicio (a la realidad, a los demás, a Dios, a nosotros mismos), el espíritu de la esclavitud y del miedo a la muerte, la sabiduría que se va gestando en nosotros es la de la decepción, la de la frustración, la de la amargura. Es la sabiduría de una vida sin sentido, la sabiduría de la resignación estoica o la de el cinismo 

 

En cambio, si es el Espíritu de aquel que venció el pecado y la muerte el que ilumina nuestro camino, la sabiduría nos lleva a vivir una vida con sabor de eternidad. Ese Espíritu es el que nos libra del miedo a la muerte, como atestigua la carta a los Tesalonicenses. Ya no tenemos que defender una vida caduca. “No vivimos en la aflicción como los que no tienen esperanza”. Vivimos (como nos ha recordado la catequesis de transmisión) en la fe y en la esperanza.

 

De ese Espíritu, como del aceite del Evangelio, hemos de hacer acopio como vírgenes prudentes, para poder vivir como si cada día fuera el último de nuestra vida. Desde la mañana en que nos despertamos con esa sed Del Dios que es la Vida, para ponernos a la escucha de su Voz, a la escucha de una Palabra que es Luz en nuestro camino, hasta la noche en que vivimos un sacramento de la muerte, cuando en las Completas entregamos nuestro espíritu y nos dormimos, como un niño en los brazos de nuestra Madre, no en vano la última oración del día es una oración a la Virgen. Aprender a saborear el descanso.

 

Ese sabiduría es la Sabiduría de la Cruz. La sabiduría de los que, como puro don gratuito, aceptan la gratuidad del amor de Dios, aceptan que Dios reproduzca en ellos, en nosotros, el camino de kenosis de su hijo, llevándolos a la pobreza, a la pequeñez, a la humildad, al temor de Dios en el que se halla el inicio de la verdadera Sabiduría. 

          

            Si en nuestra pequeñez podemos acceder a esa Sabiduría, que es vivir cada día como el último de esta vida y el primero de la Vida Eterna, es porque deseamos ardientemente que venga el novio. El, el más bello entre los hombres, el de corazón manso y humilde, el que nos ha amado hasta dar su vida y derramar su sangre por nosotros, el que viene para abrirnos la puerta y hacernos entrar en el banquete de bodas.

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