"B" - Domingo 4 de Adviento (Evangelio antiguo)


2 S 7, 1-5.8-16

Sal 88

Rm 16, 25-27

Lc 1, 67-69 (Evangelio antiguo)

 

          En este último domingo de Adviento, en que más cerca no podemos estar de la Navidad, toda la liturgia es una invitación a vivir con sinceridad estas fiestas. La mejor manera de vivir la Navidad es desde la admiración, el asombro, y desde un profundo y sincero agradecimiento.

 

            El adviento y la Navidad son el tiempo de la admiración, del asombro que litúrgicamente se expresa en el “Oh”. “Oh que dulce, que bueno, ha sido tu amor conmigo”. El que es viejo por dentro, ha perdido la capacidad del asombro. No espera nada nuevo de la vida, de los demás, de Dios. La acción de la Gracia en nosotros nos permite hacernos como niños, pese a nuestra edad. Y no hay nada que llame más a la esperanza que un anciano capaz de asombrarse como Simeón.

 

            Desde el asombro y desde la Acción de Gracias. Todas las lecturas de hoy nos invitaban a esta Acción de Gracias. 

A)    El salmo nos invitaba a dar gracias por sus misericordias, por esas rajamin esas entrañas que continuamente nos regeneran,  por su fidelidad, por una sorprendente alianza que nos permite llamarle Padre. 

B)    La primera lectura por unas promesas que fundan nuestra esperanza.

C)    En el Evangelio, con Zacarias, porque el Señor nos visita para salvarnos, para librarnos de nuestros enemigos, para permitir que les sirvamos con santidad y justicia.

D)   Y en la segunda lectura, con Pablo damos gracias porque el Señor ha querido revelarnos el misterio de su amor, llamarnos a la obediencia de la fe, y fortalecernos con el Evangelio.

            

            David muestra ese agradecimiento que le lleva a desear hacer algo por el Señor. También nosotros tantas veces sentimos una inquietud al constatar todo lo que el Señor ha hecho por nosotros y lo poco que nosotros hacemos por el Señor. Y querríamos hacer algo grande, algo espectacular y definitivo. Es un buen deseo. Pero que puede esconder un rechazo a la gratuidad. Natán nos recuerda que todo lo bueno que hay en nosotros, incluso esos buenos deseos, y todo lo que de bueno podamos hacer es obra suya. 

 

Como pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho: alzaré la copa de bendición y alabaré el nombre del Señor. Basta con celebrar de corazón la Eucaristía y desear de corazón cuando rezamos el Padrenuestro que el nombre de Dios sea santificado y que su reino llegue.

 

Y es que al que es agradecido, Dios todavía le hace todavía promesas de dones mayores, como a David

A)    El viene como un Sol a iluminar nuestras vidas, para que podamos vivir como Hijos de la Luz.

B)    El viene a guiar nuestros pasos por el camino de la Paz, para que podamos bienaventuranza de los pacificadores Hijos de Dios.

C)    Para construir en nosotros una casa eterna, un templo que sea casa de oración para todos los pueblos.

 

Que el Señor nos conceda vivir estas fiestas con esta admiración, en acción de gracias, en la paz.

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