Sagrada Familia 2024
Sagrada Familia 2024
Eclo 3, 2-6
Sal 127
Col 3, 12-21
Lc 2, 41-52
El Hijo de Dios se encarna y nace para revelarnos el sentido de toda la realidad humana, para sanarla y llevarla a su plenitud. Encarnándose en una familia nos revela y lleva a su cumplimiento esta realidad humana. Sin esta encarnación de Cristo en la familia no podríamos comprender ni vivir su función en el plan de salvación de Dios. Por ello, la familia cristiana es una “Revelación”, es una Buena Noticia, es Gracia, es Don, y se necesita la fe para poder conocerla y vivirla.
Comparado con los demás animales, el bebe humano recién nacido es el ser vivo más indefenso y necesitado de protección y ayuda. Sin los demás seres humanos no puede subsistir. Según los antropólogos ello se debe a que el hombre es un ser esencialmente “social” y así, recibiéndolo todo (alimento, habla, conocer el mundo en el que vive) el niño va asimilando, va aprendiendo la necesidad de la relación con los otros y cómo vivir esta relación a lo largo de su vida.
La Revelación, La Palabra de Dios, va mucho más allá cuando afirma: No es bueno que el hombre esté solo. La vocación del hombre, en la que encuentra su realización, es ser Imagen de Dios, de un Dios que no es un ser solitario y encerrado en sí mismo, sino un Dios Trinitario que es Comunión de Personas, comunidad de personas cuya naturaleza es compartir libremente un mismo amor.
San Pablo VI en la catequesis que Hizo en Nazaret, presentaba a la familia cristiana como una “Escuela en el Amor”, La segunda lectura nos recordaba que las relaciones entre los cristianos, fruto de compartir un mismo Espíritu, son relaciones de amor “gratuito”, un mismo amor en su esencia, pero que se adapta al objeto amado y así, en la familia, se da el amor esponsal, el amor de padres, el amor de hijos, el amor entre hermanos….
Es la presencia de Cristo en la familia la que lo hace posible. Si Cristo está presente, Cristo es el otro. Si no está presente, si no es el centro, la familia cristiana no puede mantenerse: “Sin mí no podéis nada”,
Pero, aun siendo algo tan esencial y valioso, la familia no es el fin absoluto. La familia es un medio, un sacramento, pero se da en el tiempo y, como tal, es provisional. Los hijos se marchan para formar sus propias familias, el conyugue muere y aparece la viudedad, hay célibes consagrados, y solteros. La Familia, Iglesia Doméstica, es Imagen y está orientada a una familia de rango superior: la Iglesia, la Comunidad Cristiana, una comunidad no basada en lazos de sangre y carne, sino en ser Hijos de Dios porque han nacido de lo alto y comparten un mismo Espíritu.
Esto es lo que el niño Jesús le recuerda a María y a José en el Evangelio. María y José sabían muy bien que este niño no era para ellos, no era “suyo”, sino que era hijo de Dios y había nacido para una misión. Lo sabían, pero humanos como eran a veces se olvidaban. También los padres cristianos pueden olvidarse de ello y el Evangelio de hoy viene a recordárselo.
Tampoco la Iglesia es la Familia definitiva. La Iglesia, la comunidad cristiana, es una escuela que nos prepara para entrar a formar parte de nuestra Familia Definitiva: la Santísima Trinidad, el Reino donde se vive de Amor. Mientras tanto, cumplimos nuestra misión de dar a conocer el Evangelio de la Salvación, del que la Familia Cristiana forma parte. Qué grande es el amor que Dios nos ha tenido y nos tiene en Jesucristo. Proclamémoslo en esta eucaristía.
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