Tiempo Ordinario (par) Martes semana 24
1 C 12, 12-14.27-31
Sal 99, 2-5
Lc 7, 11-17
La primera lectura nos hace ver que los cristianos somos afortunados. Sabemos que no estamos solos. Formamos parte de una comunidad con la que nos une unos vínculos más fuertes que los de la sangre: los vínculos del Espíritu. Compartimos ese mismo Espíritu de Cristo que nos da un corazón como el suyo: manso, humilde, compasivo, que no juzga, ni condena, que perdona. Ese Espíritu que nos une a Cristo y a los que son de Cristo para formar un solo cuerpo en el que no hay división, en el que se comparte gratis lo que se ha recibido gratis.
Un cuerpo que Jesucristo resucita cada día, con ese poder con el que resucitó al hijo de la viuda de Naím. Es cierto que cada día hemos de afrontar acontecimientos de muerte, pero es cierto que Jesús con su compasión solidaria, se acerca a nuestras muertes, sin miedo a tocarnos, a contaminarse con nuestras muertes, y con la fuerza de su amor gratuito nos lleva a la vida.
Cómo no unirnos con el salmo a invitar a todos a conocer esta fuerza de resurrección para entrar en la alabanza.
Comentarios
Publicar un comentario