12/10/22 Nuestra Señora la Virgen del Pilar
1 Cr 15, 3-4. 15-16; 16, 1-2
Sal 26
Lc 11, 27-28
Cuando rezamos el Santo Rosario, en las letanías, pedimos a María que como “Arca de la Alianza”, o mejor, como “Arca de la Nueva Alianza” ruegue por nosotros.
La 1ª lectura de esta fiesta del Pilar nos recuerda que el Arca de la Alianza era el lugar de la presencia de la “Shekhiná”, la santidad de Dios, que no es otra cosa que su Amor Gratuito. Esa Santidad de Dios, ese amor gratuito, que había mostrado a su pueblo sacándolo de la Esclavitud de Egipto, alimentándolo con el maná en el desierto, mostrándole con la entrega de las tablas de la Ley el camino de la Vida, y llevándolo a la Tierra Prometida. Como un memorial de ese amor gratuito el arca contenía un poco de maná y las tablas de la Ley.
Ese Amor Gratuito era la Roca, la Columna, donde el pueblo podía edificar su ser, su historia, la victoria frente a los enemigos, por eso el Arca de la Alianza acompañaba al Pueblo en todos sus combates. El Amor de Dios no falla, porque Dios, que es Amor, no puede negarse a sí mismo.
Como, según la Tradición, María, desde la columna, desde el pilar, sostuvo a Santiago en el duro combate de la Evangelización: consolándolo, animándolo, sacándolo del desaliento, recordándole, como proclamaba el Salmo: “El Señor es mi luz y mi salvación. ¿A quién temeré?”
El Evangelio nos recuerda que María es dichosa porque ha acogido la Palabra de Dios, porque ha creído en esa Palabra, la ha guardado en su corazón y por eso pudo gestar al Hijo de Dios, y sigue gestando a esos hijos de Dios que son tan pobres como para acoger y creer en el anuncio del Evangelio.
María, ángel del tercer milenio, desde tu columna, desde tu Pilar, sostén a tu Iglesia en esta Nueva Evangelización.
Sal 26
Lc 11, 27-28
Cuando rezamos el Santo Rosario, en las letanías, pedimos a María que como “Arca de la Alianza”, o mejor, como “Arca de la Nueva Alianza” ruegue por nosotros.
La 1ª lectura de esta fiesta del Pilar nos recuerda que el Arca de la Alianza era el lugar de la presencia de la “Shekhiná”, la santidad de Dios, que no es otra cosa que su Amor Gratuito. Esa Santidad de Dios, ese amor gratuito, que había mostrado a su pueblo sacándolo de la Esclavitud de Egipto, alimentándolo con el maná en el desierto, mostrándole con la entrega de las tablas de la Ley el camino de la Vida, y llevándolo a la Tierra Prometida. Como un memorial de ese amor gratuito el arca contenía un poco de maná y las tablas de la Ley.
Ese Amor Gratuito era la Roca, la Columna, donde el pueblo podía edificar su ser, su historia, la victoria frente a los enemigos, por eso el Arca de la Alianza acompañaba al Pueblo en todos sus combates. El Amor de Dios no falla, porque Dios, que es Amor, no puede negarse a sí mismo.
Como, según la Tradición, María, desde la columna, desde el pilar, sostuvo a Santiago en el duro combate de la Evangelización: consolándolo, animándolo, sacándolo del desaliento, recordándole, como proclamaba el Salmo: “El Señor es mi luz y mi salvación. ¿A quién temeré?”
El Evangelio nos recuerda que María es dichosa porque ha acogido la Palabra de Dios, porque ha creído en esa Palabra, la ha guardado en su corazón y por eso pudo gestar al Hijo de Dios, y sigue gestando a esos hijos de Dios que son tan pobres como para acoger y creer en el anuncio del Evangelio.
María, ángel del tercer milenio, desde tu columna, desde tu Pilar, sostén a tu Iglesia en esta Nueva Evangelización.
Quién nos separará del amor de Dios? Esto es lo que me ha hecho presente esta palabra. Doy gracias a Dios por el don de María. En ella descubro el camino desde el silencio y la humildad.
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