31 domingo Tiempo Ordinario Ciclo C


Sb 11, 22 - 12, 2
Sal 144
1 Ts 1, 11 – 2, 2
Lc 19, 1-10
 
            La Palabra de Dios de hoy trae una Buena Noticia para ti y para mí. Jesús está atravesando mi ciudad, tu ciudad. Nos conoce por nuestro nombre; nos conoce no de oídas (¡lo que le habrían dicho de Zaqueo!) sino personalmente, con amor, como sólo nos conoce Dios; y viene hoy porque quiere encontrase contigo y conmigo. Vaya sorpresa: hemos venido aquí como Zaqueo porque buscamos a Cristo y resulta que es Él quien nos estaba buscando.
 
            En Cristo, es Dios mismo el que te busca, ese Dios del que nos hablaba el libro de la Sabiduría y el Salmo. Ese Dios todopoderoso, omnipotente que ha hecho ese universo inmenso (millones de galaxias, estrellas, agujeros negros, energía, luz, …), un universo tan lleno de diversidad y belleza. Pero, a la vez, un Dios clemente y misericordioso lleno de bondad y ternura para todas sus criaturas, que ama todo lo que ha creado, poque lo ha amado ya antes de crearlo.
 
            Esa Omnipotencia y esa Misericordia de Dios se muestra en su infinita capacidad de perdonar. El ser de Dios, el amor de Dios, se vuelca especialmente en aquellas creaturas que más lo necesitan, en los que sufren porque están perdidos, en la oscuridad, en la oscuridad, heridos, solos. Entonces, a través de Cristo, el Buen Pastor, va en busca de la oveja perdida para llamarla a convertirse, a gustar y ver qué dulce y fuerte es el Amor Gratuito de Dios. 
 
            Para que podamos encontrarnos y gustar ese amor, Cristo nos invita a bajarnos del sicómoro, a bajarnos de la higuera. Nos invita a bajar a nuestra realidad, a nuestra verdad, a nuestra intimidad, a que le dejemos entrar en nuestra casa. Seguramente nuestra casa está desordenada, llena de tantos ídolos, llena de demonios, desordenada. Cristo entra en nuestra casa para iluminarla, limpiarla, sanarla, llenarla del amor de Dios, llenarla de su Espíritu. 
 
San Pablo, en la 2º lectura, nos recordaba que Cristo viene a buscarnos para revelarnos nuestra vocación. Aceptando a Cristo en nuestra casa, aceptando, el perdón, aceptando el amor de Dios, dejando que Cristo sea glorificado en nosotros, nos convertimos en apóstoles, en mensajeros e instrumentos de ese amor gratuito de Dios, de ese misericordia y perdón de Dios.

Comentarios

Entradas populares