Tiempo Ordinario – Año Par - Jueves 28ª semana
Ef 1, 1-10
Sal 97
Lc 11, 47-54
Empezamos hoy la proclamación de la Carta a los Efesios, un verdadero regalo, que empieza con esta bella bendición a Dios por todas las bendiciones que nos ha regalado en Cristo: el haber pensado en nosotros antes de la creación del mundo, el habernos destinado por amor a la santidad, el habernos hecho hijos suyos, el habernos redimido por la sangre de su Hijo, el darnos a conocer el misterio de su voluntad que no es otro que su plan de salvación, el darnos a Cristo como cabeza.
Hoy Dios vuelve a ofrecernos estas bendiciones. ¿Las tenemos presentes?, ¿Las queremos? ¿Las vivimos ya, aunque sea en parte? Si realmente vemos qué bueno es el Señor con nosotros, entonces, con el Salmo, invitaremos a todos los pueblos, a todas las naciones a vivir esta Salvación, a disfrutar de la Victoria de nuestro Dios.
El Evangelio viene a animarnos, recordándonos que, por mucho que lo intente nuestro hombre viejo o quienes quieren convertir la experiencia cristiana en serie de normas y cumplimientos, al Espíritu que llevó a los profetas a anunciar una nueva alianza, un corazón nuevo, y un Espíritu nuevo, no se le puede matar ni encerrar en sepulcros.
Los profetas, como los santos, no son para admirarlos y colocarlos en altares. Los profetas y los santos nos dicen: mira, si a mí, que era un pobre hombre, aceptar las bendiciones del Señor, me ha llevado a la santidad, también en ti el Señor puede hacer maravillas.
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