Tiempo Ordinario – Año Par – Jueves 29ª semana
Ef 3, 14-21
Sal 32
Lc 12, 49-53
En la 1ª Lectura San Pablo ha pedido a Dios que Cristo habite en nuestros corazones por la fe. Si estamos abiertos a acogerle, en la misa Cristo ya viene a habitar en nosotros cuando lo recibimos por medio de escuchar la Palabra y por medio de recibirlo en el pan eucarístico. Pero Cristo habita en nuestro corazón, que es el centro del ser, cuando Él es el centro de nuestra vida: cuando está siempre presente en nuestros pensamientos, palabras y obras.
La presencia de Cristo en nuestros corazones nos lleva a entender, no sólo con la cabeza, sino con la vida, lo más grande que existe y que supera a todo: el amor cristiano, porque el amor cristiano no es el amor humano, es el mismo amor de Dios, es Dios amando en nosotros: “Cómo el Padre me amó yo os he amado; permaneced en mi amor”
Ese amor que está lleno de generosidad, acaba así San Pablo, quiere darnos más de lo que nos atrevemos a pedir o a imaginar.
El Amor de Dios, la Caridad, es ese fuego ardiente del que nos habla Cristo en el Evangelio, ese amor que quiere que encienda toda la tierra. Hay tantos hombres que viven en el frío del desamor, de su soledad, de su pecado, de su tristeza. Vivir el Evangelio en serio no siempre es aceptado ni bienvenido y a veces trae división, trae persecución. Si le pasó a Cristo que era amor puro… Pero quien tiene a Cristo en su corazón sabe que vivir ese amor de Dios no tiene precio.
Ojalá podamos proclamar siempre, como lo hemos hecho en el Salmo, que la “misericordia de Dios llena la tierra”.
Comentarios
Publicar un comentario