Tiempo Ordinario – Año Par – Jueves 30ª semana
Ef 6, 10-20
Sal 143
Lc 13, 31-35
La 1ª Lectura proclama que pertenecemos a la iglesia “militante”, estamos en un combate, un combate que no es contra otras personas, pobres hombres, a los que la caridad nos lleva a amar como a nosotros mismos. El nuestro es un combate contra aquellos enemigos que quieren arrebatarnos la fe, la esperanza, la certeza del amor de Dios y llevarnos así a la tristeza y a la depresión.
El Salmo nos asegura que el Señor no nos deja solos en el combate, él nos entrena, nos adiestra, y nos sostiene en todas nuestras luchas.
San Pablo nos recuerda que disponemos de unas armas potentes: las armas de la luz, las armas de Dios. El cinturón de la Verdad (que Dios es Amor Gratuito), la armadura de la Justicia de la Cruz (que Dios te perdona siempre), el celo por anunciar el evangelio (para vivirlo), el escudo de la fe (en que nada te puede apartar del Amor de Dios), el casco de la Salvación (ya tenemos ganado el amor de Dios), la Espada del Espíritu que es la Palabra de Dios (el Kerigma), y la oración. Con estas armas tenemos asegurada la victoria.
El Evangelio, palabra de Jesús Resucitado, nos invita a no tener miedo. Nuestra vida, como la de Jesús, está en las manos del Padre. Como Jesús tenemos una misión donde el Señor nos ha puesto y mientras dure esta misión, nada podrá hacernos daño. Cuando acabe nuestra misión, el Señor nos llevará con él al descanso.
Somos un pueblo de profetas y lo importante es que vivamos ese amor de los profetas a Jerusalén, a la Iglesia, y que, como todos los santos, queramos morir en Jerusalén, en la Iglesia.
Comentarios
Publicar un comentario