Tiempo Ordinario – Año Par - Viernes 27ª semana
Gal 3, 7-14
Sal 110
Lc 11, 15-26
Estamos proclamando estos días en la 1ª lectura la carta de San Pablo a los Gálatas. Una palabra maravillosa, bellísima de Dios, que, por un lado, evita que vivamos la fe cristiana como una carga pesada y con la tentación del fariseísmo y nos abre al descanso que nos trae la fe y la certeza de la gratuidad del Amor de Dios.
Dios que quiere nuestro bien, que quiere nuestra felicidad y nuestra realización, nos regala el don inmenso de la Ley, de la Torah, que significa el camino de la salvación. Pero no sólo es el Camino: quien vive la voluntad de Dios, vive en la Verdad y posee la Vida Eterna.
Pero el Señor sabe que el hombre, a causa del pecado, no puede cumplir esa Ley, no puede llegar por sí mismo a la Verdad y a la Vida. Si se engaña, creyendo que la cumple, se vuelve exigente, juzga y no ama.
Pero, si él sabe que no podemos seguir ese Camino, esa Ley … ¿por qué nos la da a conocer? Para que nos demos cuenta de lo apartados que estamos, de lo despistados que vamos, para que veamos que no somos mejores que nadie, y humildemente, le pidamos que nos regale Él, gratis, el Camino, la Verdad y la Vida, o sea, a Cristo.
El Evangelio nos lo recuerda: Cristo es el que nos libra de la esclavitud del maligno, es el Dedo de Dios que viene a regalarnos, por la fe en Él, el poder vivir el Reino de Dios, el que en nosotros, por pura gracia, se haga la voluntad de Dios.
El Salmo, nos invita a dar gracias a Dios de todo corazón, con un corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón humilde que vive la gratuidad de su amor.
Sal 110
Lc 11, 15-26
Estamos proclamando estos días en la 1ª lectura la carta de San Pablo a los Gálatas. Una palabra maravillosa, bellísima de Dios, que, por un lado, evita que vivamos la fe cristiana como una carga pesada y con la tentación del fariseísmo y nos abre al descanso que nos trae la fe y la certeza de la gratuidad del Amor de Dios.
Dios que quiere nuestro bien, que quiere nuestra felicidad y nuestra realización, nos regala el don inmenso de la Ley, de la Torah, que significa el camino de la salvación. Pero no sólo es el Camino: quien vive la voluntad de Dios, vive en la Verdad y posee la Vida Eterna.
Pero el Señor sabe que el hombre, a causa del pecado, no puede cumplir esa Ley, no puede llegar por sí mismo a la Verdad y a la Vida. Si se engaña, creyendo que la cumple, se vuelve exigente, juzga y no ama.
Pero, si él sabe que no podemos seguir ese Camino, esa Ley … ¿por qué nos la da a conocer? Para que nos demos cuenta de lo apartados que estamos, de lo despistados que vamos, para que veamos que no somos mejores que nadie, y humildemente, le pidamos que nos regale Él, gratis, el Camino, la Verdad y la Vida, o sea, a Cristo.
El Evangelio nos lo recuerda: Cristo es el que nos libra de la esclavitud del maligno, es el Dedo de Dios que viene a regalarnos, por la fe en Él, el poder vivir el Reino de Dios, el que en nosotros, por pura gracia, se haga la voluntad de Dios.
El Salmo, nos invita a dar gracias a Dios de todo corazón, con un corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón humilde que vive la gratuidad de su amor.
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