09/11/22 Consagración de la Basílica de Letrán
Ez 47, 1-12
Sal 45
1 C 3, 9c-11.16-17
Jn 2, 13-22
El Evangelio nos recuerda que, para nosotros, los que somos de Cristo, el verdadero templo es el Cuerpo de Cristo. En Cristo habita de forma permanente la plenitud de la divinidad. Allí donde está Cristo, está el verdadero templo, la verdadera presencia de Dios. Y Cristo está presente en su cuerpo que es la Iglesia (“Donde estén dos o más reunidos en mi nombre” Mt 18, 20), y donde esté un cristiano que ame a Cristo (“Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada” Jn 14, 23).
Por eso los cristianos pueden adorar a Dios y celebrar la Eucaristía en cualquier sitio, porque ellos son el Templo.
Y este templo que está hecho de piedras vivas, como nos recordaba la 2ª lectura, es indestructible porque tiene el poder de la resurrección: destruyeron en la cruz al cuerpo de Jesús de Nazaret y resucitó. Tantas veces han querido destruir a los cristianos, a la Iglesia, y no han podido.
Entonces… ¿porque celebramos la consagración de este primer templo material, esta primera Basílica de Roma? Conviene recordar que en Roma había templos dedicados a los dioses que se hubieran podido cambiar, y que una Basílica no era un lugar religioso sino la “Plaza Real”, un lugar de encuentro cubierto.
En primer lugar, celebramos el don de poder libremente celebrar, vivir y testimoniar nuestra fe.El tiempo de persecución es tiempo de gran fecundidad, como lo es la sangre de los mártires, pero en lo oculto (en las casas, en las catacumbas). Se destruyen los lugares de culto como un signo de que se quiere destruir al verdadero templo, a los creyentes.
Pero en tiempos de paz, como nos presentaba la 1ª lectura, esa agua que es imagen de la Gracia de Dios, del Espíritu Santo, del Perdón y la Reconciliación, puede fluir libremente y, por la Evangelización y la Catequesis, sanar las heridas de nuestro tiempo, de nuestra sociedad.
Y celebramos también que, de esa comunidad de Roma, simbolizada en esta Basílica de Letrán, que es la catedral de Roma, la sede de su obispo, hemos recibido el Evangelio, la fe, los sacramentos y expresamos en esta celebración nuestra gratitud y nuestra comunión con ella.
Comentarios
Publicar un comentario