Tiempo Ordinario – Año Par – Viernes 32ª semana
2 Jn 4-9
Sal 116
Lc 17, 26-31
Acabando el año litúrgico, proclamamos estos días unas epístolas cortas. Ayer proclamamos la epístola a Filemón. Hoy esta breve carta de San Juan. Cartas no tan llenas de contenido, pero que también son Palabra de Dios, buena noticia, amor de Dios.
En la 1ª Lectura San Juan defiende la humanidad de Cristo. Cristo fue un hombre verdadero: pasaba hambre y sed como nosotros, se resfriaba y tenía dolor de cabeza como nosotros, se cansaba y tenía sueño como nosotros, tenía tentaciones como nosotros y sufría como nosotros.
Es cierto que confesamos oficialmente que Cristo fue verdaderamente hombre; pero, cuando pensamos o decimos: “Claro, él podía porque Él era Hijo de Dios y nosotros no”, como excusa de nuestra falta de conversión, de nuestra falta de amor, en el fondo estamos dudando de la humanidad de Cristo.
En el Evangelio Jesús nos advierte contra dos tentaciones que nos impiden vivir siempre en la verdad, despiertos, preparados: la tentación de la alienación (el trabajo, las diversiones, los proyectos, …) y la tentación de mirar atrás pensando, como la mujer de Lot, en lo que dejamos, en que cualquier tiempo pasado fue mejor.
La añoranza, el romanticismo, nos convierte en estatua de sal, nos llena de sufrimiento y nos impide avanzar.
El Salmo nos invita a vivir la dicha de caminar en la voluntad del Señor, siguiendo los pasos de la humanidad de Cristo.
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