08/12/22 La Inmaculada Concepción de María
Gn 3, 9-15.20
Sal 97
Ef 1, 3-6.11-12
Lc 1, 26-38
Son ya muchos años celebrando esta gran fiesta. Muchos años recordando todos los motivos para celebrar por todo lo alto esta Vigilia:
.- Ante todo, el don de la obra que el Señor ha hecho en María por todos nosotros.
.- El don del Vaticano II que el la Virgen inspiro a San Juan XXIII y a San Pablo VI.
.- El don del Camino que la Virgen inspiró a los Iniciadores para llevar a cabo el Vaticano II.
.- Todas las bendiciones que hemos recibido y que nos recordaba la carta a los Efesios: que Dios haya pensado en nosotros antes de la creación del mundo, que nos haya destinado al amor en Cristo, que haya perdonado nuestros pecados,…
Hoy la celebración nos invita a tener presente todos estos dones, todas estas bendiciones, para que den fruto en nuestras vidas, a no ser necios a no ser desagradecidos.
Pero, sobre todo, nos invita a reconocer y a aceptar de nuevo el Kerigma, el Evangelio de la gratuidad, la Buena Nueva del amor gratuito de Dios.
Pero, por si no te habías dado cuenta todavía, la palabra de hoy te lo dice claramente: aceptar el Kerigma es aceptar en primer lugar tu pecado. Aceptar todo aquello que te limita, ante todo lo que no te gusta y no aceptas de tu historia, ante todo lo que te hace sufrir, has comido del fruto prohibido, has aceptado las palabras del maligno, has dudado y dudas del amor de Dios.
Aceptar el Kerigma es aceptar tu pobreza: que hay un vacío grande dentro de ti, un vacío de amor, y, por eso, aunque quisieras, hay una resistencia en ti a confiar, a esperar, a creer en los otros cuando te fallan, en ti mismo cuando fallas, en Dios cuando crees que te falla. Que es verdad que tantas veces no haces el bien que querrías, sino el mal que aborreces.
Si realmente lo aceptas, el Evangelio de hoy te recuerda que lo que es imposible a los hombres, es posible para Dios. Es posible para los que, como María, están llenos de la gracia de Dios, llenos del amor gratuito de Dios y, por eso, pueden decir a Dios: hágase en mi tu voluntad. Todo es posible para el hijo de Dios que ha de nacer en ti, que está naciendo en ti, no por tus obras, no por tus esfuerzos, sino porque dejas que la sombra del Altísimo, la Shekhiná de Dios, la santidad de Dios te cubra y te fecunde el Espíritu Santo.
¿Lo crees hoy? ¿Lo aceptas hoy?
Comentarios
Publicar un comentario