Tiempo Ordinario (Impar) Jueves semana 03
Hb 10, 19-25.
Sal 23
Mc 4, 21-25
La carta a los hebreos proclama hoy la gran esperanza qué hace brotar en nosotros la certeza de que nuestro sumo y eterno sacerdote Jesucristo intercede continuamente por nosotros y nos invita acercarnos a él sin temor alguno. ¿Cómo temer al que nos ha amado hasta el punto de dar su vida por nosotros cuando nosotros hemos sido malvados, pecadores y desagradecidos? El apóstol nos invita a mantener firme esta esperanza y a vivirla y a celebrarla y hacerla crecer participando en la liturgia de la Iglesia.
El salmo nos invita a no dejar de buscar el rostro de Dios, ese rostro lleno de ternura y misericordia, para que podamos saciarnos de su justicia y sus bendiciones.
El Evangelio nos recuerda que el señor se ha fijado en nosotros y nos ha llamado para dar testimonio de esa luz de salvación qué es el amor de Dios. Es necesario que los hombres vean ese amor de Dios, esa misericordia, ese perdón en el candelero de la comunidad cristiana. Sólo podemos hacerlo si creemos y vivimos en verdad en nuestras vidas esa medida sin medida que es la Gracia de Dios.
Sal 23
Mc 4, 21-25
La carta a los hebreos proclama hoy la gran esperanza qué hace brotar en nosotros la certeza de que nuestro sumo y eterno sacerdote Jesucristo intercede continuamente por nosotros y nos invita acercarnos a él sin temor alguno. ¿Cómo temer al que nos ha amado hasta el punto de dar su vida por nosotros cuando nosotros hemos sido malvados, pecadores y desagradecidos? El apóstol nos invita a mantener firme esta esperanza y a vivirla y a celebrarla y hacerla crecer participando en la liturgia de la Iglesia.
El salmo nos invita a no dejar de buscar el rostro de Dios, ese rostro lleno de ternura y misericordia, para que podamos saciarnos de su justicia y sus bendiciones.
El Evangelio nos recuerda que el señor se ha fijado en nosotros y nos ha llamado para dar testimonio de esa luz de salvación qué es el amor de Dios. Es necesario que los hombres vean ese amor de Dios, esa misericordia, ese perdón en el candelero de la comunidad cristiana. Sólo podemos hacerlo si creemos y vivimos en verdad en nuestras vidas esa medida sin medida que es la Gracia de Dios.



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