6 domingo T. Ordinario Ciclo A


Eclo 15, 16-21

Sal 118

1 C 2, 6-10

Mt 5, 17-37

 

            El Eclesiástico nos recuerda hoy el libre albedrío del hombre. Que el hombre pueda elegir entre el Bien y el Mal es algo que escandalizó a los ángeles (y por eso algunos se rebelaron), que escandalizó a los mismos creyentes (¿Por qué permites Señor que nos apartemos de tus caminos?”) y que nos escandaliza a nosotros mismos: la fe no nos ha lavado el cerebro, la tentación es el pan nuestro de cada día.

            

            Descubrir, seguramente porque lo hemos experimentado, el dolor que nos causa elegir mal,apartándonos del camino de Vida que Dios nos marca. Ver los sufrimientos, las lágrimas propias y ajenas, que causa elegir otros caminos, es un regalo, es un don.  Por eso Dios no lo quiere: “Dios a nadie obligó a ser impío y a nadie dio permiso para pecar”

 

            Un don todavía mayor es descubrir la Santidad de la Ley del Señor. El Salmo 118, el más largo del salterio, es una canción de amor a esta Ley del Señor: a su verdad, a su belleza, a su bondad, a su justicia, … 

 

            El inicio del Evangelio que hemos proclamado es como un test: ¿cómo vives tú la Ley del Señor? Si te parece exagerado oír que ni una tilde, ni una coma de esta Ley dejará de cumplirse, o te inquieta o simplemente no es la palabra que más te gusta, es que estás todavía en el cumplimiento. Si ves la Ley como una promesa de Vida, como una herencia de la que Cristo te hace heredero, no querrás perderte nada de ese regalo.

 

            Llevamos ya muchos años escuchando el Evangelio para ignorar que el gran peligro para vivir el cristianismo como Buena Noticia ha sido, es y será el fariseísmo.

El fariseo tiene la capacidad de convertir

-       Lo que es Gracia en Cumplimiento  

-       Lo que es Misericordia en Juicio.

-       Lo que es Descanso en Carga.

-       Lo que es Humilde Verdad en Orgullosa Apariencia.

 

            Por eso este Evangelio es como un torpedo a la línea de flotación del fariseísmo. Dejémonos torpedear por esta Palabra para poder acoger con alegría las palabras de Pablo en la segunda lectura.

 

            Para elegir y mantenernos en el Camino de la Vida, necesitamos un Espíritu Nuevo y un Corazón Nuevo. Necesitamos el Espíritu de Cristo, el Corazón de Cristo que infunda en nosotros:

-       El santo Temor de Dios (conocimiento de nuestra pobreza, de nuestra nada).

-       La Sabiduría de la Cruz.

-       La Esperanza de la Gloria (Ni ojo vio, ni oído oyó, ni cabe en la imaginación…)

 

Confesemos que Señor lo está haciendo en nosotros y pidamos que lleve a plenitud su obra en nosotros.

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