Miércoles de Ceniza (2023)


Joel 2, 12-18
Sal 50
2 C 5, 20-6,2
Mt 6, 1-6.16.18
 
 “Convocad la Asamblea desde los niños de pecho a los ancianos…”. Esta Palabra se cumple hoy. Es el Señor quien nos convoca como pueblo suyo, como comunidad cristiana, para iniciar un Camino: el camino de la cuaresma, que es el camino del Éxodo, el camino de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida, del hombre viejo al hombre nuevo, el camino de la Iniciación Cristiana
 
 “Sonad la trompeta”. Lo que nos convoca es el sonido del Shofar para recordarnos que Cristo, como Abel, como Isaac, sube a Jerusalén para derramar su sangre por nosotros y nos invita a dejar esos ídolos que nos visten de un manto de pesimismo, de tristeza, de derrotismo para convertirnos de todo corazón al Dios que es compasivo y misericordioso, al Dios que es rico de amor. Nos invita a escuchar la trompeta, el Kerigma, la buena noticia, que resucita, que te hace salir de tu sepulcro.
 
La Cuaresma, lo recordaba la Carta a los Corintios es un tiempo propicio, un tiempo de Gracia.Un tiempo especial para bañarse en el amor gratuito de ese Dios que, como proclama el salmo 50, ya sabe cómo somos, y no quiere sacrificios ni oblación, sino que nos abre el oído para darnos un corazón puro y devolvernos la alegría de la Salvación.
 
“Reconciliaos con Dios”, nos exhorta Pablo. La Cuaresma es un tiempo de reconciliación con Dios para poder vivir la reconciliación con el otro. Es un tiempo de escuchar la voz de Dios que te dice: “pueblo mío, ¿qué te hecho, en qué te ofendido?”. Tiempo de ver sin miedo tus pecados, tus murmuraciones, tu falta de fe y dejar que Cristo cargue con tus pecados, Él, que se hizo pecado por ti.
 
Tiempo de pedir al Señor que haga morir en nosotros al hombre viejo, al fariseo que hay en nosotros, al que vive en el cumplimiento y en el juicio. Dejando la preocupación por el aparentar y por un perfeccionismo narcisista, para tener un diálogo sincero con el Señor en lo secreto y poniendo signos en lo secreto (oración, ayuno y limosna) de que queremos realmente amarle a él con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas y pidiendo que Él realice en nosotros el Shemá.
 
Es un tiempo de acompañar a Jesús en su subida a Jerusalén para celebrar la Pascua con él, para morir, ser sepultados y resucitar con él. Que el Señor nos regale vivir esta subida a Jerusalén como lo vivían los peregrinos. No con reticencias y resignación, sino con una alegría y una comunión grandes, cantando los cantos de las subidas: “Que alegría cuando me dijeron…”, “Que deseables son tus moradas…”, “Quiero andar a Jerusalén a comer las hierbas”.

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