Tiempo Ordinario (Impar) Miércoles semana 05
Gn 2, 4b-9.15-17
Sal 103
Mc 7, 14-23
En la primera lectura, el libro del Génesis, nos recuerda que el hombre es creación directa de Dios. Esta Palabra no es una descripción científica de cómo aparece el hombre sobre la Tierra, sino una afirmación de Fe: el hombre no es fruto de la suerte, de la casualidad, de una evolución ciega. Dios no sólo ha querido la existencia del hombre como un ser distinto a las demás realidades (un ser dotado de inteligencia y voluntad), sino que no ha tenido reparo implicarse directamente (ensuciándose las manos y en “poniendo” su aliento) en su creación.
Dios ha amado y ha llenado al hombre de regalos desde el Principio, poniéndolo al cuidado del resto de la creación. Pero, no ha querido imponer al hombre el que el hombre lo amara como Él lo había amado; que el hombre respondiera a la confianza que Él había puesto en el hombre, confiando en Él. El árbol del Bien y del Mal representa el libre albedrío del hombre. Si el hombre no puede elegir, no puede ser Imagen de un Dios libre.
El Salmo nos invita a responder a ese amor, a esa generosidad creadora de Dios. Y nos recuerda que la vida, el aliento, es un Dios que no sólo tiene el poder de crear, de dar la vida, sino también de resucitar: “Envía tu aliento y repueblas la faz de la Tierra”.
Jesús en el Evangelio nos habla del corazón del hombre. En el lenguaje de la Palabra de Dios, el corazón no es un simple órgano que bombea la sangre, es el centro de la personalidad del hombre, el lugar donde radica el pensamiento y la decisión del hombre, el lugar de dónde surgen los buenos y malos pensamientos y decisiones que luego se ven en su hablar y en su actuar.
Jesús, como ya habían hecho los profetas, diagnostica que el corazón del hombre está enfermo porque el hombre no piensa como Dios ni sigue la voluntad de Dios. Mientras el corazón del hombre siga estando enfermo, las obras del hombre seguirán siendo impuras, es decir, llenas de egoísmo, soberbia, violencia, … El hombre necesita un corazón nuevo, un Espíritu nuevo. El Corazón, el Espíritu de Cristo que Él nos regala gratuitamente.



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