Domingo II Cuaresma 2023
Gn 12, 1-4a
Sal 32
2 Tim 8b-10
Mt 17, 1-3
La Palabra de hoy, comenzando por la 1ª lectura, viene a recordarnos que la Cuaresma es un camino. Frente a nuestra tendencia a instalarnos, Dios aparece en nuestra vida para ponernos en marcha, en camino.
La tendencia a instalarnos es fruto de nuestro cansancio existencial. Estamos cansados de intentar ser Dios, cansados de intentar conseguir lo que creemos que nos falta para vivir la bendición, la plenitud, la felicidad. Como Abraham estaba cansado de intentar conseguir ese hijo y esa tierra que se le negaban.
Dios, como a Abraham, nos pone en camino hacia una bendición mayor y verdadera. Una bendición que no es sólo para nosotros mismos, sino una bendición que, a través nuestros, alcance a todos, la bendición del Evangelio, la bendición del amor gratuito de Dios, la bendición de la obra salvadora de Cristo.
El camino cuaresmal, proclama el Evangelio, es el camino hacia el cumplimiento de una promesa: todos seremos transformados, todos seremos transfigurados. Jesús está celebrando la Fiesta de los Tabernáculos, la fiesta del don de la Luz de la Torah. Cristo es la verdadera Luz porque en Él se han hecho carne la Ley y los Profetas
“Nosotros seremos semejantes a él, seremos Luz, cuando también la Ley y los profetas tomen carne en nosotros. Para ello es necesario que este cuerpo mortal se revista de inmortalidad y este cuerpo corruptible se vista de incorrupción, cuando el Misterio Pascual de Cristo se cumpla plenamente en nosotros. Cristo se transfigura para mostrar a los discípulos, para mostrarnos, que la pasión y la cruz son el camino hacia la resurrección, hacia la Luz.
Como hemos proclamado en la Epístola a Timoteo, a través del camino cuaresmal el Señor destruye la muerte que hay en nosotros, dando muerte a la muerte, para que pueda aparecer en nosotros la luz de la vida inmortal.
Como vemos en el libro de los Jueces (7, 16-23)que hizo Gedeón, al sonar de la trompeta, del Kerigma, se van rompiendo nuestros vasos de barro, para que aparezca la antorcha del amor gratuito de Dios, un amor que es santidad, resurrección y vida eterna.
Hagamos nuestra, en este camino cuaresmal de transfiguración, la oración del salmo que hemos proclamado: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”.
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