Domingo 5º de Pascua – Ciclo “A”


Act 6, 1-7

Salmo 32

1 P 2, 4-9

Jn 14, 1-12

 

            La liturgia, en esta fase final del tiempo Pascual, quiere ayudar a prepararnos para las dos grandes fiestas que se acerca. La Ascensión y Pentecostés. El Señor se va. Ciertamente no se desentiende de los suyos: va a prepararles un lugar. Pero lo cierto es que los discípulos no lo verán ya ni lo tocarán físicamente. Ahora sólo podrán verlo y tocarlo con la fe. Pero la fe actúa en nuestra precariedad y eso nos hace sufrir.  

 

            También nosotros como los apóstoles querríamos certezas, seguridades: “Muéstranos al Padre y eso nos basta”. Ciertamente el encuentro con Cristo Resucitado en la Palabra y en la Fracción del Pan, nos lleva a la fe. Pero la fe, que es una pregustación y una esperanza cierta de la vida eterna, no nos libra de la precariedad de nuestra existencia, del tener que caminar, del combate que es la misma fe.

 

            No evita la aparición de situaciones nuevas, de problemas en nuestras vidas y en la comunidad (incluso problemas de comunión, como vemos en la 1ª lectura, que son los que más duelen). El proclamar esos problemas es, para nosotros, tan buena noticia como el proclamar que los discípulos eran fieles en la enseñanza de los apóstoles, en la oración y que ninguno pasaba necesidad., porque vemos que el Espíritu Santo no nos abandona cuando surgen estos problemas y nos invita a escucharlo, a obedecerlo.

 

            La fe, si está viva, nos abre a ver las obras de Verdad y de Vida que Cristo realiza por nosotros y las que realiza en nosotros. Obras de Verdad que vienen a combatir la gran mentira, la mentira que está al origen del mal en el mundo, como proclama Génesis 3: Dios no te ama, Dios no quiere tu realización, Dios no es amor. En cambio: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para que no perezca ninguno de los que él creó” (Jn 3,16). Obras de Vida, porque habiendo pecado y experimentado la muerte, Cristo nos da a comer el fruto del árbol de la Vida, nos regala su obediencia al Padre (Jn 10, 10).

 

            Por ello, la liturgia de hoy, nos invita, como la oración colecta del antiguo misal a pedir que creamos en Cristo como Camino para alcanzar la Libertad Verdadera (La Verdad os hará libres: del miedo a Dios para amar a Dios) y la Herencia (Vida) Eterna.

 

El Evangelio de la semana pasada nos invitaba a entrar por la Puerta que es Cristo, al verdadero Templo. Hoy nos invita a aceptar que Dios haga de nosotros piedras vivas de ese Templo, superando la tentación a escandalizarnos del amor gratuito que es Cristo, la Piedra angular, la Piedra preciosa.

 

El Salmo nos ha recordado que hemos sido llamados y elegidos, para hacer de nuestras vidas, una eucaristía: una proclamación del amor gratuito de Dios, que se ha encarnado y se ha hecho Camino para que podamos caminar por él.

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