"B" - Domingo 3 de Adviento
Is 61, 1-2a.1011
Magnificat
1 Ts 5, 16-24
Jn 1, 6-8.19-28
El adviento es un tiempo pero que viene a recordarnos que el Hijo de Dios se hizo hombre, viene a nosotros, para que nosotros acogiendo a Cristo, Palabra de Dios, pudiéramos ser hijos de Dios por la Iniciación Cristiana y el Bautismo. El Adviento, viene a ayudarnos a consolidar en nosotros las actitudes, dones del Espíritu, que en la iniciación cristiana nos permiten dar a luz un hijo de Dios en el Bautismo.
La primera es la humildad, significada en la figura de Juan Bautista. El Señor ha hecho con nosotros un camino de descendimiento para hacernos ver que no somos Dios, ni somos el Mesías. Que no podemos salvar a nadie, ni a nosotros mismos. El camino nos ha hecho solidarios con los pobres y pecadores. Jesús viene para ellos, viene para nosotros y, por eso, con ellos gritamos: Maranata!
Sabemos que no podemos darnos la humildad pues la humildad es una obra de Dios en nuestra historia, por medio de la Cruz. Pero sabemos que con la humildad el Señor nos hace regalos maravillosos: la libertad (pues la humildad que es la verdad nos hace libres) y el descanso (aprended de mí que soy manso y humilde y encontraréis vuestro descanso).
La segunda actitud del adviento, de la Iniciación cristiana es la simplicidad. Para ello es importante renunciar a lo que nos complica la vida: a la adoración de los ídolos (a la atracción del mundo), a la esclavitud de los afectos (a la carne), al orgullo (la esencia del diablo)
El color morado nos recuerda que estamos preparando una fiesta y no podemos estar inactivos. El adviento no es sólo esperar al señor que viene, sino salir al encuentro del Señor preparando el camino: poniendo los signos de que realmente deseamos esta venida, ser una sola carne y un solo espíritu con Cristo: limosna, ayuno, oración. Pero el que en medio de este tiempo, haya un domingo en que la liturgia se vista de rosa, viene a recordarnos que lo importante no es la preparación, sino la fiesta, la boda que se acerca.
Es una preparación festiva y ello nos lleva a la tercera característica de la Iniciación Cristiana y el Adviento: la Alabanza. No en vano hemos proclamado como salmo el Magníficat. Isaías nos invitaba a vestirnos el traje de fiesta y el manto de triunfo. El traje de la gratuidad. Todo es un regalo.
La vivencia de la gratuidad es la que nos lleva a vivir alegres como nos exhortaba la carta a los Tesalonicenses. Podemos vivir alegres porque como nos recordaba la persona y el nombre de Juan: Dios está cercano, Dios es favorable, Dios nos mira y nos trata con misericordia y ternura. Vivamos y anunciemos esta cercanía de Dios que celebramos en la Eucaristía.
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