B.- Domingo 6 Ordinario


Lev 13, 1-2.44 ́46 

Sal 81

1 Co 10, 31 – 11, 

1 Mc 1, 40-45

La vida del cristiano es un combate, lo sabemos bien. El mundo no deja de hacernos invitaciones a unirnos a él, la carne, con los afectos nos bombardea con sus exigencias y el diablo no deja de enviarnos dardos envenenados. ¿Y qué ocurre si aceptamos una de esas invitaciones del mundo, una de esas exigencias de la carne, o si nos toca uno de esos dardos envenenados que nos llevan a dudar del amor de Dios o de los hermanos? Que pecamos, que enfermamos. La Palabra de hoy nos recuerda que la lepra física es un paradigma, un ejemplo de lo que es la lepra espiritual.

La lepra, aunque afortunadamente hoy hay pocos casos, es una enfermedad terrible:

. – Por una brecha de las defensas se cuela el bacilo de Hansen.

. – Empieza la corrupción de la carne y se va perdiendo la vida a cachos. Es una muerte en vida, con lo que más nos asusta de la muerte: la corrupción

. – Al final se pierde incluso el rostro, la Imagen.

. – El peligro de contagio (como hemos comprobado con la pandemia del coronavirus, del sida, ...) es tal que se llega a la exclusión, y a la soledad.

Así ocurre con la lepra espiritual:

. – Se va perdiendo la vida sobrenatural
. – Se va perdiendo la Imagen de Dios en nosotros.
. – Se pierde la comunión con los hermanos, se entra en la tristeza y en la soledad.

Pero, el Evangelio, ante la realidad de nuestras lepras y de las lepras de la humanidad nos anuncia una buena noticia:

– No tengamos miedo a reconocernos leproso, como el hombre del Evangelio.

. – Cristo quiere, porque nos ama gratuitamente, y puede sanar nuestras lepras. A él, por su muerte, resurrección y ascensión al cielo, tiene todo poder para bien nuestro.

. – Él no ha sentido asco de nosotros, nos ha tocado, ha cargado con nuestras lepras y nos ha curado. El que no conoció el pecado, se hizo pecado por nosotros.

. – Dejémonos tocar por Cristo y dejemos que Cristo toque a través nuestro a los que sufren de lepra espiritual.

Caritas Christi, el amor de Cristo viviendo en nosotros nos lleva a no tener miedo ni asco al otro, a hacer-nos uno con el otro, especialmente con el más débil. Por eso, como nos recordaba la segunda lectura que, aunque Cristo nos dé una gran libertad (como nos la dio respecto a los alimentos) y aunque tengamos derecho a usarla, el amor al otro nos lleva a poder renunciar a nuestros derechos, incluso el más fundamental, como es el de la propia defensa: No devolváis mal por mal ni insulto por insulto. Amad a vuestros enemigos.

Poniendo a Cristo en el Centro de nuestras vidas, dejando que su Espíritu nos guie siempre, viviremos el Salmo que hemos proclamado. Nuestra vida será una eucaristía, una acción de Gracias y una invitación a los que nos ven “Gustad y ved que bueno es el Señor. Dichoso el que se acoge a él”.

Comentarios

  1. Doy gracias a Dios por esta palabra que es para mi gracia, esperanza y salud para los que , por su misericordia,estamos dentro de la Iglesia y también para los que están fuera. Y ruego a Dios que nos haga instrumentos suyos para los que más sufren y no sabemos ver.

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