Domingo 2 Cuaresma "B"


Gen 22, 1-2.9-18

Sal 115

Rom 8, 31–34

Mc 9, 2-10

 

 

             En el Salmo responsorial hemos cantado: “caminaré en presencia del Señor. Estamos en plena Cuaresma un tiempo que nos invita a salir de Egipto y a caminar guiados por esa Columna de humo y fuego donde reside la Shekhiná, la Gloria de Dios. A caminar rehaciendo nuestro itinerario de iniciación cristiana hacia las aguas bautismales.

 

Es el Camino de Fe que hizo Abraham como proclama la 1ª lectura: 

. – Un camino que se inicia escuchando una voz que te invita a ponerte en marcha.

. – Un camino de obediencia, a esperar contra toda esperanza, porque te fías del que te ha llamado y te conoce por tu nombre...

. – Un camino que te invita a entrar en una muerte que no entiendes, que parece contradecir y anular todas las promesas

. – Un camino que te lleva a una experiencia de resurrección y te da la certeza de una Vida Eterna

 

            Mirad y ved la fe sobre la tierra cantamos en el Aqueda. “Tenía fe aun cuando dije. Qué desgraciado soy” decía el salmo. Pues aunque gritemos, aunque pidamos: “Aparta de mí ese cáliz”, nuestro grito no va dirigido al vacío, a la nada. Es un grito de fe. Va dirigido a alguien que sabemos que existe, que es bondad infinita, que es amor gratuito, amor que no falla, como nos recordaba la 2ª lectura

 

La cuaresma es un tiempo en que, mediante la fe, el Espíritu da testimonio a nuestro Espíritu de que nada puede apartarnos del amor De Dios. 

– Del amor del Padre que, por nosotros, no perdonó a su propio Hijo. Aunque mucho le duela la muerte de sus fieles.

. – Del amor de Cristo que murió, resucitó y ahora intercede por nosotros.

. – Del amor del Espíritu que ha sido derramado en nuestros corazones.

 

El prefacio de hoy nos recordará el sentido de este segundo domingo de Cuaresma. “Después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostro en el Monte Santo el resplandor de su Gloria para testimoniar de acuerdo con la ley y los profetas que la pasión es el camino a la Resurrección”.

      

            En Cristo se da la Palabra de Dios encarnada. Una Palabra que es la Luz del mundo y nosotros acogiendo esa Palabra, ese don de la Palabra que los israelitas celebraban en la fiesta de las Tiendas”, muriendo y resucitando con Cristo, pasamos a reflejar esa luz. “A tu luz, Señor, vemos la luz”. “El mismo Dios que dijo de las tinieblas brille la luz es el que ha hecho brillar su luz en nuestros corazones para irradiar el conocimiento de su Gloria que está en el rostro de Cristo”.

 

            El camino de la Cuaresma nos lleva a morir con Cristo para resucitar y reinar con Él. A lo mejor nosotros nos preguntamos también como los apóstoles qué es eso de la Resurrección. Recordemos el salmo “Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor” porque “contemplando al Señor tal como es, nos transformamos plenamente en él”. Vivámoslo en la Eucaristía.

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