Domingo 4º Cuaresma "B"

 


2º Cr 36, 14-16.19-23

Salm 136

Ef 2, 4-10


Jn 3, 14-21.

 

                  Este 4.º domingo de Cuaresma, la Iglesia celebra la dominica Laetare, y la liturgia nos invita a alegrarnos. A alegrarnos porque este tiempo es un tiempo de Conversión y la conversión, que se un do del Señor y es fruto de creer en el Evangelio de la Gracia, nos hace salir de las tinieblas para entrar en la luz, nos hace dejar el que resto en nosotros de hombre Viejo para renovarnos y rejuvenecernos, nos hace dejar la tristeza de la esclavitud para disfrutar de la libertad de hijos.

 

                  El color rosado nos recuerda que la Cuaresma solo tiene sentido como preparación de la gran fiesta de la Pascua, la fiesta de la victoria de Cristo que se nuestra victoria, la fiesta de la resurrección de Cristo que es nuestra resurrección. Ciertamente es un tiempo de trabajo, un trabajo de limpieza, un trabajo de embellecimiento, pero de un trabajo alegre, con una tensión gozosa. 

 

Quienes tenemos unos años recordamos como cuando una familia preparaba una gran fiesta (un casamiento, un bautizo, la Navidad, ...) todo el mundo se ponía a hacer los preparativos: limpieza de la casa, trajes nuevos, peluquería, invitaciones, el banquete...Y la preparación era ya una anticipación de la fiesta.

 

                  La oración colecta nos lo recuerda: “Haced que el pueblo cristiano se apresure con pasión y con una fe muy animosa a celebrar las fiestas pascuales que se acercan”.

 

Las lecturas de hoy nos recordamos que el camino cuaresmal es una invitación a rehacer nuestro camino bautismal: A creer en este amor de Dios que ha enviado su Hijo al mundo para salvar el mundo, a contemplar a Cristo elevado en la Cruz que nos invita a creer y así poder nacer de nuevo del agua y del Espíritu, como Jesús reveló a Nicodemo.

 

El camino cuaresmal se una invitación a aceptar la corrección de Dios en una historia que, como la del Pueblo de Dios a la primera lectura, tiene la finalidad de hacernos pequeños, de mostrar nuestra pobreza, a fin de llevarnos a la humildad sin la cual no se puede entrar en el reino de Dios, en el reino la gratuidad.

 

Que el Señor, en este tiempo de Cuaresma, nos ayude a descubrir, como personas y como comunidad, la grandeza, la belleza, la riqueza de nuestro bautismo, la alegría de ser hijos que viven en la casa del Padre a fin de que con renovadas fuerzas, obedeciendo a lo que San Pablo nos exhortaba en la 2ª lectura, “podamos dedicarnos a buenas obras que él había preparado para que vivamos practicándolas”.

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