Domingo 3 Pasqua "B"

 

Act 3, 13-19

Salm 4

1 Jn 2, 1-5

Lc 24, 35-48.

 

                  Las lecturas de hoy y de todo este tiempo Pascual vienen a recordarnos la necesidad que tenemos de que se nos anuncie el Kerigma cada día. Como nos decía la epístola de San Juan, estamos en combate permanente y la palabra viene a sostenernos para que no caigamos en la tentación. “Una cosa te pido, eso sólo te ruego: no dudar nunca de tu amor, no dudar nunca de ti”.

 

Pero si caemos, la Palabra viene recordarnos que tenemos un poderoso intercesor. Porque lo importante es que nuestra vida, iluminada por la Palabra, nos lleve a conocer (y amar que en Juan es lo mismo) a Dios y poder hacer su voluntad, a obedecer sus mandamientos.

 

                  En este tiempo de Pascua, se nos invita a, como hicieron los primeros discípulos, a salir a las calles y plazas a compartir nuestra experiencia del Resucitado. Esta experiencia que hemos proclamado en el Evangelio. Una experiencia que a todo hombre que esté en un camino de amargura, de decepción, de frustración, de vuelta ante una historia que no entiende, ante una cruz que le escandaliza, nos permite invitarles a estar atentos porque en ese camino puede encontrarse con alguien que no conocen pero que los ama profundamente. 

 

Alguien que con su Palabra puede transformar sus vidas. Que les ayude a ver, como Pedro a sus oyentes en la primera lectura, que, aunque en nuestra ignorancia muchas veces rechazamos al Autor de la Vida, los caminos de Dios no son nuestros caminos, y que todos los sufrimientos, los fracasos, las equivocaciones, las decepciones de nuestra vida son necesarias, como lo son para el discípulos las persecuciones: ocasión privilegiada para dar testimonio.

 

                  En nuestro anuncio les invitaremos a que no dejen que el Señor pase de largo, que le inviten a quedarse con ellos. Así, cuando el rostro del Señor brille sobre ellos como pedía el Salmo, y puedan reconocerlo en la fracción del Pan, en su entrega total a ellos, entonces, como nosotros, podrán vivir el Shalom del resucitado, la reconciliación con su historia, con Dios y con los demás. 

 

Un encuentro con el Resucitado que, como a los discípulos, a nosotros, nos ha librado del miedo. Y por ello, en plena noche cerrada, sin miedo a peligros del camino, llenos de gozo y esperanza, iniciamos el camino de vuelta, y nos reunimos en comunidad para celebrar al Señor Resucitado.

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