Domingo 21 Ordinario "B"


Jos 24, 1-2.15-18

Sal 33

Ef 5, 21-32

Jn 6, 60-69

 

            Durante los domingos de este mes de agosto hemos proclamado el capítulo 6 del Evangelio de San Juan que es una catequesis sobre el pan de la vida. Este domingo se ha proclamado la conclusión de esta catequesis.

 

            Jesús nos ha recordado que, así como la vida natural es un don y hay que alimentarla, la vida sobrenatural es también un don y hay que alimentarla para mantenerla viva. La eucaristía es el verdadero Maná, el verdadero alimento de Vida Eterna. La Eucaristía es el Viático, el alimento necesario para seguir con nuestro camino y para poder cumplir con la misión a la que el Señor nos ha llamado. La Eucaristía es esencial para permanecer unidos a Jesucristo y a los hermanos.

 

            El Evangelio de hoy nos recuerda que la vida eterna está en hacer no nuestra voluntad sino la voluntad del Padre, alimentarse de esa voluntad, para vivir lo que vivía Jesús“Yo tengo un alimento que no conocéis: hacer la voluntad de mi padre y llevar a cabo su obra”.

 

            La voluntad del padre es que seamos hijos suyos, a imagen suya, que amemos como él nos ama, gratuitamente. Nos lo recordaba la segunda lectura, que no es solo para los casados sino para todos. El matrimonio es un sacramento de este amor que es capaz de ponerse en el lugar del otro, que respeta tremendamente al otro, que cuida del otro, que considera al otro como una parte de sí mismo.

 

            Esta es la voluntad de Dios mientras que la nuestra es ser, es tener, es que nos amen. Amar gratuitamente, especialmente a los enemigos, no está en nuestro poder. Es un don de Dios. Pero en nuestra libertad podemos aceptar ese don o rechazarlo para afirmarnos a nosotros mismos.

 

            Nos lo recordaba la primera lectura. Este texto de Josué es muy importante, central. A algunos ya se os ha propuesto y a otros se os propondrá de forma muy fuerte en un momento de este camino de iniciación cristiana: el segundo escrutinio.

 

            Pero esta opción de escoger servir a los a Dios o ír tras los ídolos se nos propone cada día. Cada día podemos rezar de corazón: “hágase tu voluntad”, Señor dame hacer tu voluntad, o cerrar nuestro oído: “si hoy escucháis su voz no endurezcáis el corazón”,

 

            la eucaristía, la presencia de Cristo dentro de nosotros, nos da el poder hacer nuestras estas palabras De Pedro: “señor, ¿a quién iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna”. Vivámoslo en esta celebración.

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