Domingo 27 "B"


Gn 2, 18-24

Sal 127

Hb 2, 9-11

Mc 20. 2-16

 

 

            Hoy, escuchando la Palabra, es uno de los días en que más claro vemos lo afortunados que somos de que el Señor nos haya abierto el oídoSi no lo tuviéramos, los que somos célibes, solteros o viudos, podríamos pensar que la 1ª lectura y el Evangelio de hoy no van para nosotros. Hoy… que escuchen los casados.

 

Pero el designio de Dios que aparece al inicio de la lectura del Génesis es para todos: No es bueno que el hombre este solo. Dios nos ha creado a su Imagen y Semejanza, a Imagen y Semejanza de un Dios Trinitario, y, por ello, sólo siendo personas distintas, de una misma naturaleza (“carne de mi carne”), pero que viven una unidad, una comunión, un amor profundo, podemos ser felices. La soledad, la incapacidad de sentirse amado y de amar, es una frustración, es el infierno. 

 

El matrimonio es un sacramento que hace visible esa vocación, pero como toda la realidad humana se ve afectada por el pecado. Para nosotros fue importantísimo el primer kerigma que recibimos en las catequesis iniciales del Camino. Y llevamos grabadas esas imágenes de Adán y Eva, con el árbol y la serpiente entre ellos y encerrados en un círculo, 

 

El pecado destruye la comunión con el otro y nos lleva a la incomunicación, a la insolidaridad, al juicio, a la exigencia. Vacíos de vida y de amor, cada uno exige al otro que llene ese vacío. “Y si no me lo llenas, no me sirves, me estorbas, me dañas”. En el pecado se vive que el Infierno es el otro, que la relación con el otro nos destruye y cuando más cercana y más íntima (el marido, la mujer, el hijo, el hermano de comunidad …) más nos destruye.

 

“Pero en el principio no fue así”. Me trae en mente el canto “La paloma voló” cuando habla del “diseños de amor de Dios, diseño de arte inefable para cada hombre” Y añade “Mas los diseños se perdieron y lloraban los ángeles del cielo”- Los ángeles lloran cuando ven al hombre en la muerte, en el infierno, en la soledad.

 

Nos recordaba la Carta a los hebreos la obra que el Señor ha hecho con nosotros: como Dios no ha querido que permaneciésemos en esa muerte y nos ha enviado a Cristo. Cristo, es el esposo, de cuyo costado nace la nueva Eva, la Iglesia, a la que mira y dice: “tú eres hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Es el hermano solidario que no se avergüenza de llamarnos hermanos y entra en nuestras soledades, en nuestros sufrimientos, en nuestras muertes, para romper ese círculo de soledad, de incomunicación, de frustración, ese infierno y llevarnos a la Gloria.

 

El canto de la “Paloma voló” acaba proclamando que el Señor ha dado a los que le siguen la gracia de revestirse de su santidad. La gracia de hacernos niños, pequeños, humildes, para poder acoger el anuncio del Reino como niños, y como niños celebrar la Eucaristía, la acción de Gracias, la bendición pues… allí es donde está la Gloria de Dios.

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