Domingo 31 "B"
Dt 6, 2-6
Sal 17
Hb 7, 23-28
Mc 12, 28-35
Muchas veces los escribas y fariseos se acercan a Jesús a preguntarle para ver si mete la pata. Pero el escriba del Evangelio que hemos proclamado hoy es distinto. Viene con buena intención. Se acerca a Jesús y quiere dialogar con él como lo hace un discípulo, como estamos invitados a hacerlo nosotros: con sinceridad, con humildad. Y Jesús responde.
Se acerca a Jesús porque esta sediento de Verdad, sediento de Vida, y aunque conoce el Camino, le parece inalcanzable. Se acerca a pedir una Palabra al que es Palabra de Verdad y de Vida. Se acerca al que conoce el Camino, porque Él es el Camino. Él ha cumplido plenamente el Shemá y nos ofrece el Shemá cumplido en su carne.
El escriba acepta la Palabra de Jesús, reconoce el Camino de la Vida, por eso “no está lejos del Reino de Dios”.Está cerca, pero no dentro o, mejor dicho, el Reino no está aún dentro de él. Para entrar hay que permitir que el Reino entre, que Cristo haga Pascua en nosotros, que haga morir en nosotros el hombre viejo y nos una a su resurrección, a su victoria sobre la muerte, sobre el pecado, haciéndonos pasar de la Ley a la Gracia.
Como nos recordaba la Carta a los Hebreos Él es el único sacerdote, el único sacrificio, la única víctima. El no ha querido que viviéramos en una Ley que no servía para justificarnos sino sólo para mostrar nuestras debilidades, no ha querido que multiplicáramos sacrificios ni oblaciones, sino que ha dicho al Padre: “Aquí estoy para hacer tu Voluntad”
Y con su entrega se ha creado un Cuerpo, ha adquirido un pueblo de sacerdotes que participan de su único sacerdocio y lo hacen presente en la historia. Podemos hacerlo si, como nos recordaba la Primera lectura, guardamos la Palabra en nuestro corazón, como María. Meditando esta Palabra hasta que sea como un fuego ardiente que no se puede apagar, que nos lleve a entender lo de “Ay de mí si no anuncio el evangelio”.
Estamos en la Iglesia Militante, en el combate por mantener la fe, por mantener el amor y la unión con Cristo.Pero en ese combate, como nos recordaba el salmo, experimentamos que el Señor es la Roca donde apoyarnos, la Fortaleza donde refugiarnos, el Libertador que continuamente nos rescata.
En la Eucaristía recibimos a Cristo, el Shemá cumplido, el Camino, la Verdad y la Vida.. Con el hoy podemos entrar en el Reino de Dios para “Gustar y ver qué bueno es el Seño. Dichoso el que se acoge a Él.”
Comentarios
Publicar un comentario