Solemnidad de Cristo Rey "B"
Dan 7, 13-14
Sal 92
Ap 1, 5-8
Jn 18, 33b-37
Llegamos al final del año litúrgico. La Iglesia nos invita a celebrar esta fiesta que viene a recordarnos el sentido de nuestra vida y de la Historia de toda la humanidad. La fiesta que viene a recordarnos de dónde venimos, a dónde vamos, y qué hacemos aquí. Cristo es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, Cristo es la Plenitud del sentido
Gracias a Cristo sabemos que venimos del amor de Dios, que nos ha creado para que vivamos su misma libertad, para que reinemos con él. Pero, a causa del pecado, por el miedo a la muerte, en vez de reinar, hemos caído en la esclavitud y somos esclavos de los ídolos, de nuestras pasiones, de las criaturas, de nuestros afectos, de los errores que hemos cometido.
Pero Dios no se ha quedado indiferente y ha previsto para nosotros un Hijo de Hombre. Un hombre como nosotros que, cumpliendo la voluntad del Padre, por su total obediencia, ha vencido a la muerte y ahora reina. Reina, no desde el poder de ningún tipo, sino siendo Testigo de la Verdad. La Verdad de que Dios nos ama infinita y gratuitamente, la Verdad que nos libera del poder del padre de la Mentira, del Acusador, inaugurando una humanidad nueva.
La fiesta nos recuerda que nuestro destino es reinar con Él y nos exhorta a aceptarlo como nuestro Rey. A no ser como aquellos perversos arrendatarios que no quieren que el Señor sea rey, no quieren que vuelva. Pero, como afirma la Primera Epístola a los Corintios, tras proclamar el Kerigma: “Cristo debe reinar hasta que someter a todos sus enemigos… hasta que Dios sea todo en todos”.
En el Padrenuestro rezamos “Venga a nosotros tu Reino” después de pedir que se haga la voluntad de Dios en la tierra como se hace en los Cielos. Si vivimos en la voluntad de Dios, Dios reina en nosotros y el Señor nos bendice con el Shalom, con el don de una paz, que no sólo es la ausencia de todo mal, sino la plenitud de todo bien: de la justicia, de la verdad, del amor, del perdón.
Pero el Evangelio nos deja claro que el Reino de Cristo no es de este mundo, que Cristo ahora reina en la CruzPor ello, en este mundo, sólo podemos ser reyes si estamos crucificados crucificados con Cristo. Esto no son palabras. Podemos testimoniar que si el Espíritu nos lleva a cargar con nuestra Cruz, si nos lleva a subir a la Cruz con Cristo, habiendo vencido los miedos, una libertad y un amor que vence a la muerte.
Viviendo en la Historia compartimos con todos los hombre la precariedad, la inseguridad, la transitoriedad de todo. Pero, como nos recuerda el Salmo, tenemos una roca de apoyo: la esperanza de este reinado de Cristo. Él “mantiene el orbe inconmovible… su trono está firme para siempre… sus mandatos son fieles y estables”
Y, por eso, en medio de una sociedad que vive en la gran tribulación, en la gran angustia (amenazas de guerra, catástrofes naturales, inseguridad…) podemos celebrar Eucaristía y cantar: A Aquel que nos amó, que nos ha hecho sacerdotes de su Reino, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos”
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