Domingo 4º de Adviento "C"


Mi 5, 1-4a

Sal 79

Hb 10, 5-10

Lc 1, 39-45

 

La liturgia de este 4º domingo nos invita a alegrarnos porque el Señor viene a visitarnos. Viene como Palabra de Dios, Palabra de Vida, Palabra de Perdón, Palabra de Salvación, Palabra encarnada en María.

Viene a visitarnos a nosotros, que somos su Viña, como nos recordaba el Salmo. Una viña que Él sacó del mundo, de Egipto, que Él plantó en su Iglesia, que él ha cuidado y trabajado a lo largo de todos estos años de Camino. Una viña que necesita siempre ser restaurada, ser iluminada, recibir vida, para que pueda seguir dando frutos, para poder seguir invocando y proclamando su nombre.

Viene a visitarnos a nosotros, que somos esa Belén, pequeña, humilde, pero elegida para que en ella nazca Jesús.  Nos recordaba Miqueas. Pues, como escribe Pablo en la Carta a los Romanos: “La creación entera gime y sufre dolores de parto… deseando vivamente la revelación de los Hijos de Dios”. Esos Hijos de Dios que sean el Cuerpo Vivo de aquel que viene a traer la Reconciliación y la Paz. 

 

Viene a visitarnos para que se cumpla en nosotros lo que hemos proclamado en la Carta a los Hebreos. Para que se cumpla en nosotros lo que está escrito al Inicio en el Libro. ¿En qué Libro? Cada uno puede encontrar una respuesta gracias a la riqueza inagotable de la Palabra de Dios. 

 

A mí me ha recordado el Inicio del Evangelio de Juan: así como la Ley nos fue dada por Moisés, la Gracia y la Verdad nos han venido por medio de Cristo, la Palabra que se hizo carne y que, acogida, tiene el poder de hacernos Hijos de Dios.  La Palabra encarnándose en nosotros crea un Cuerpo para hacer la voluntad de Dios hoy.

 

Dios viene hoy a visitarnos en María para llenarnos de su Espíritu y de su gozo. Viene para recordarnos nuestra elección y nuestra vocación. El Señor cuenta con nosotros para que acogiendo la Palabra, y encarnando la Palabra, podamos dar testimonio de la Palabra que viene a traer luz y vida a una humanidad sumergida en las tinieblas y en la muerte. 

Conocemos como sigue el Evangelio que hemos proclamado. María hace Eucaristía, proclama el Magníficat. Como María, celebremos Eucaristía, proclamando que es justo y necesario, que es nuestro deber y nuestra salvación proclamar la grandeza y la santidad de Dios.

Comentarios

  1. Siempre es un gozo celebrar eucaristía, hoy me he alegrado en medio de una asamblea viva que espera al Señor. Me ha hecho presente la alegría de Isabel al recibir a María. Que el niño exulte de gozo en cada uno de nosotros y se haga luz en medio de nuestras tinieblas.

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