Domingo 2 Tiempo Ordinario "C"

Is 62, 1-5

Sal 95

1 Co 12, 4-11

Jn 2, 1-11

 

Aunque estamos ya en tiempo ordinario, la liturgia de este domingo es como una prolongación de la Epifanía. Según la Tradicion, la Epifanía tenía tres momentos: la fiesta de los Reyes Magos (Manifestación como Luz a los Gentiles), la fiesta del Bautismo del Señor (Manifestación a Israel como Hijo y Siervo), y las Bodas de Caná (Manifestación a los Discípulos para fortalecer su fe).


Tras el Bautismo, Cristo empieza su misión, acompañado de sus discípulos y de María. También a nosotros, los discípulos, la Iglesia, la comunidad cristiana cuya Imagen es María, se nos invita a participar en esa misión evangelizadora de Cristo.

 

La Primera lectura nos recuerda ese amor grande de Dios por Sión, por María, por su Iglesia. Como Sión, como María, podemos sentir nuestra pequeñez, nuestra pobreza. Ella es la Imagen de los “Anawim” de los pobres de Yahveh, de los “ham-aretz”, los pobres de la tierra, los mansos que aceptan la historia que Dios ha hecho con su pueblo para llevarlos a la humildad, para poder esperar la salvación de Dios, del Mesías. Se nos invita a acepta nuestra Cruz para seguir a Cristo.

 

La segunda lectura nos abre al misterio que es la comunidad cristiana, a su ser sacramental de cara a la misión. La Iglesia es un misterio, un sacramento de unidad y catolicidad.

Unidad: porque compartimos un mismo Espíritu (el del manso y humilde de corazón, el del siervo), un servimos a un mismo Señor (no el prestigio, no el poder, no el éxito ni el dinero, sino Cristo y Cristo crucificado), porque tenemos a un mismo Dios y Padre (fuente de la gracia, del amor gratuito). 

Catolicidad. que nos lleva no sólo a soportar, o respetar la diversidad, sino que es amar, acoger, empatizar: compartir los sufrimientos y las alegrías de los hermanos. 

 

Y el Evangelio nos invita a mirarnos en María para ver nuestra misión

            . - “Faltó el vino”. Tener los ojos abiertos a la realidad de los que nos rodean, al sufrimiento de nuestros hermanos.

            . - “Hijo no tienen vino”, Interceder incansablemente ante Cristo, el que ha venido a convertir el agua de la Ley, en el vino de la Gracia.

            . - “Mujer no ha llegado mi hora. Haced lo que él os diga”: Con la fe de Abrahán (que sacrifica al hijo), aceptando sufrir con Cristo como María sufrirá al pie de la Cruz, aceptando subir a la cruz con Cristo y morir con Cristo.

 

Esto lo significamos y lo vivimos en la Eucaristía. El Salmo nos recordaba la profunda relación entre evangelización y alabanza: un cantico nuevo, proclamad su victoria, contad a los pueblos su gloria. Sólo habiendo probado el Vino Nuevo que alegra el corazón del hombre, podremos comunicar esa alegría del Espíritu.

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