Domingo 4 Cuaresma "C"

 

Jos 5, 9-12

Sal 33

2 Co 5, 17-21

Lc 15, 1-3.11-32

 

Celebramos el cuarto domingo de Cuaresma, el domingo “Laetare”, es decir, “Alégrate”, que mezcla el morado de la Cuaresma con el blanco de la Pascua. Como vemos en la 1ª lectura, es un domingo que nos anuncia el final de la Cuaresma (cesa el Maná del tiempo del desierto) y la inminencia de la Pascua donde probaremos los frutos de la Tierra Prometida.

 

A la vez la liturgia de hoy nos recuerda que el sentido y la finalidad de este Éxodo Cuaresmal es la Pascua. Así como el sentido del primer Éxodo y del camino de Israel por el desierto era llegar a la Tierra prometida. Lo hace para animarnos a aprovechar lo que queda de esta cuaresma para deshacernos de todo aquello que nos impide vivir en plenitud el ser hijos de Dios.

 

Como pone de relieve el Evangelio, lo que nos impide entrar en la gran fiesta del perdón, como al hermano mayor de la parábola,  es el fariseísmo que permanece en nosotros. Y nos invita a redescubrir lo afortunados que somos de estar en la Casa del Padre, y de poder servir al Padre con la libertad y la alegría de hijos.  

 

Pero sobre todo a que esta Cuaresma recree en nosotros la Imagen de Dios, a nos dé ese corazón que vemos en el Padre de la Parábola. Ese corazón que deja libre, pero no abandona al hijo que toma caminos equivocados. A ese Dios que, como nos recordaba el salmo, escucha el gemido de quienes le invocan desde la angustia, desde la tribulación, desde el pecado. Ese Dios que hace brillar su rostro como un faro que guía a los marinos a buen puerto.

 

Hemos conocido ese corazón del Padre, y experimentamos su infinito amor, perdón, ternura, como los conoció Pablo.Y ello nos hace compartir con él nuestra misión de ser testigos de la reconciliación, embajadores de la reconciliación que anuncian en esta generación la gracia de Dios, el amor gratuito de Dios, la nueva creación que. Dios ofrece permanentemente en Cristo a todos los hombres.

 

Aunque aún estamos en Cuaresma, celebramos en esta Eucaristía la Pascua, y recibimos el Pan de Vida y el Vino de la tierra prometida.

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