Domingo 3 Pascua "C"
Act 5, 27-41
Sal 29
Ap 5, 11-14
Jn 21, 1-19
Como lo fue para los discípulos, el tiempo Pascual viene a iluminar con la luz de la Resurrección nuestra historia. Pero especialmente nuestra historia con Cristo, el tiempo vivido con Jesús desde nuestro primer encuentro y nuestra primera llamada cuando escuchamos por primera vez el Kerigma.
Nos invita a recordar nuestra alegría al empezar a gustar tantas riquezas contenidas y escondidas en nuestro bautismo. La fuerza de una palabra que ilumina nuestras vidas, una palabra de Verdad que nos sacia; de una liturgia viva de la que emana la Vida; del regalo de poder compartir el Camino con otros hermanos, …
Siguiendo a Cristo, el Camino nos ha llevado a conocernos a nosotros mismos, a bajar a nuestra Verdad. A ver, como nos recordaba la 1ª lectura que tantas veces hemos matado al autor de la vida en nosotros, que tantas veces ha tenido Cristo que cargar con nuestros pecados, que tantas veces hemos buscado la Vida, la pesca, donde no la había.
Pero es verdad también que el Camino nos ha llevado a conocer su Nombre. Obedeciendo a ese Nombre, como los discípulos en el Evangelio, hemos visto aparecer la Vida en abundancia, hemos disfrutado de tantos frutos, de tantos dones, y hemos podido aprender a responder al Escrutinio que nos hace Jesús: “Me amas”. Te amo porque me amas gratuitamente, y porque te necesito como el aire que respiro, porque sé que “sin Ti no soy nada”.
Viejos ya en el Camino, el Señor nos vuelve a llamar, nos vuelve a decir como a Pedro: Sígueme. Y a seguirle no ya en una inocente ignorancia, sino sabiendo que seguirle es dejar que otro (su Espíritu) nos ciña, y nos lleve a la Cruz, nos lleve a la muerte dando la Vida, una muerte que dé gloria al Padre.
Dejar que otro os ciña, para que nuestra muerte sea como la muerte de tu Justo y para que nuestra Vida vaya donde Él. Para hacer de lo que nos quede de vida una misión y una participación a la liturgia celeste que nos revelaba el Apocalipsis.
Celebremos la Eucaristía dando gracias además porque el Evangelio que hemos proclamado nos llena de esperanza en esta semana en que empieza el Cónclave y nos llevará a celebrar el domingo próximo la fiesta del Buen Pastor. Nada es por casualidad. Recemos para que el nuevo Papa ame profundamente a Cristo, se deje ceñir por el Espíritu y apaciente sus ovejas dando la vida por ellas.
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