Domingo 16 T-Ordinario "C"
Gen 18, 1-10
Sal 14
Col 1, 24-28 .
Lc 10, 38-42
El evangelio que hemos proclamado hoy es muy rico y se da a muchas interpretaciones buenas y válidas. Puede acogerse como una invitación a dedicar más tiempo a la oración, o una exhortación a no juzgar.
Pero creo que el tema central, no sólo del Evangelio, sino de toda la Palabra de hoy es la acogida. Abraham acoge a los tres enviados de Dios; Marta y María acogen a Jesús y a sus discípulos. Es un tema muy actual y se exhorta a que seamos cristianos acogedores, comunidades acogedoras, parroquias acogedoras.
Acoger a los demás es ciertamente una forma de poner en práctica el amor al prójimo como a ti mismo, del que nos hablaban las lecturas del domingo pasado. Abraham acoge a aquellos caminantes sin saber quiénes eran cumpliendo con la ley de la hospitalidad y Marta y María acogen a Jesús y sus discípulos porque son amigos. Y no se quedan sin su recompensa.
Pero la Palabra nos habla de una acogida que es previa y es la fuente de nuestra capacidad de acoger. La Palabra nos invita a acoger al enviado de Dios como enviado de Dios, a acoger su Palabra como lo que es: una Promesa de Vida, esa Vida que prometen los tres ángeles a Abraham, una Vida que surge de donde no la hay: del seno estéril de Sara.
Y el evangelio nos invita a acoger a Jesús no a un nivel humano, sino como lo que es: como Cristo, como Hijo De Diosque trae una Palabra que es Salvación, Luz, Vida, Alimento, Consuelo. Eso lo entendió perfectamente María que escogió la mejor parte. Porque, como nos recuerda San Juan, acoger a Cristo como Palabra tiene el poder de hacernos hijos de un Dios que, porque ama, acoge a todos.
Felicitémonos y demos gracias a Dios porque si hoy estamos aquí es porque en cierta manera, en cierta medida, hemos acogido ya esa Palabra. Y acogiendo esa Palabra, nos lo recordaba la 2ª lectura, hemos sido enviados con una unión tan grande con Cristo que quien nos acoge a nosotros, acoge a Cristo y acogiendo a Cristo acoge al Padre, acoge el Reino De Dios y su Shalom, su Paz.
El salmo nos invitaba a alzar nuestras puertas, a abrir de par en par nuestro corazón, para acoger a esta Palabra que es poderosa y eficaz con los creyentes. Hemos acogido a Cristo como Palabra y ahora lo acogeremos como pan de Vida y bebida de salvación.
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