Domingo 20 T- Ordinario "C"


Jr 38, 4-10

Sal 39

Hb 12, 1-4

Lc 12, 49-53

 

El Evangelio que hemos proclamado hoy es una palabra fuerte, que escandaliza. Nos sale preguntar: Dónde está en él la Buena noticia? Dónde está el amor De Dios? Al menos una cosa está clara: sería absurdo tomar esta palabra como una ley a cumplir.

 

El texto es del capítulo 12 del Evangelio de Lucas y en él se nos recuerda que ser cristiano no es un privilegio, no es humanamente un chollo,  sino que ser cristiano es ser discípulo de Jesucristo, es estar profundamente unidos a su persona, a su vida y a su misión. 

 

Y la vida y la misión de Cristo no ha sido pan comido, no ha sido coser y cantar, como nos lo recordaba la epístola a los hebreos. Causa perplejidad que siendo Jesús manso y humilde, trayendo un mensaje de gracia y de perdón, y, sin embargo, sea tan duramente perseguido. Y el mismo ya nos advierte que los discípulos no son más que el maestro. Si realmente vivimos como cristianos, solo por el hecho de vivir el evangelio, sin pretender imponerlo, seremos perseguidos.

 

Recordemos Sabiduría 2, 14-15, lo que piensan los que no creen, de los creyentes: “Es un reproche contra nuestros criterios, su sola presencia nos resulta insoportable. Lleva una vida distinta a los demás y va por caminos diferentes”. Aquellos con los que vives quieren que vivas como ellos, exigen solidaridad en los criterios y en la forma de vida. Incluso tus propios padres, hermanos, parientes, si no son cristianos.

 

Si la gente percibe que diferente: que tú no abortas, como se ve por los hijos que tienes, que no practicas la eutanasia porque pierdes la vida tus mayores, que perdonas lo no tiene perdón, que no hablas mal de otro en su ausencia, que no juzgas, que no haces chanchullos económicos, … o te admiran, o te toman por tonto, o te persiguen. Tenemos los ejemplos de cómo por vivir el Evangelio San Francisco de Asís es perseguido por su propio padre, santo Tomás de Aquino por su familia que no quería que fuera fraile, San Juan de la Cruz y sus hermanos carmelitas opuestos a la reforma,… 

 

Para vivir estas persecuciones se necesita el fuego del Espíritu del Señor. El Espíritu que te da la certeza de que Dios lleva la historia y hace justicia, como con Jeremías. 

 

Vivir así no sólo abre a la esperanza de la vida eterna sino que conlleva ya una gran recompensa: la verdadera libertad (de miedos, de afectos, de modas, de pasiones, …) y, con ello, el poder de amar verdaderamente a Dios y al prójimo, incluso a los perseguidores.

 

Solo posible cuando Cristo habita en ti, como ahora en la Eucaristía 

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