Domingo 21 T.Ordinario "C"


Is 66, 18-21

Sal 116

Hb 12, 5-7.11-13

Lc 13, 22-30

 

La pregunta que plantea ese discípulo a Jesús es una pregunta seria, una pregunta punzante: “Serán muchos los que se salven?” Y sin embargo, como en otras ocasiones, Jesús parece que sale por peteneras.

 

Pero es que el problema no está en la respuesta sino en la misma pregunta. Por qué lo preguntas? Qué es para ti la salvación? Por qué te interesa tanto? Desde dónde haces esta pregunta: desde la fe, desde el amor al prójimo, desde la experiencia de la Salvación, o desde el miedo y el egoísmo porque lo que te preocupa es tu propia salvación o la de los “tuyos”? 

 

El evangelio recoge también otra de las frases preferidas de Jesús: “Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”. Frase que es parecida a la de “Los publicanos y las prostitutas os adelantarán en el Reino de los Cielos” Con estas frases Jesús viene a escrutar lo que hay en nuestro corazón: Qué sientes cuando las oyes? Te dejan indiferente? Te escandalizan? Te alegran el corazón? 

 

Nos cuesta entender que ser cristiano no es un privilegio, no es para la propia salvación, sino que es una misión. Pero Dios no se cansa de educarnos, de repetírnoslo. La primera lectura y el Salmo nos lo recordaban. El Señor nos ha llamado y está trabajando en nosotros para hacer de nosotros precisamente un Sacramento, un signo de Salvación en esta generación para las naciones. 

 

Una salvación que está en poder vivir, gracias a Cristo y al Espíritu, el Reino de Dios, el reinado de Dios. Salvación que está poder hacer la voluntad de Dios en la tierra como se hace en el cielo. Que está en poder amar a Dios con todo el ser y amar al prójimo gratuitamente que para eso hemos sido creados y en eso se encuentra nuestra realización, nuestra Salvación. 

 

Ser cristiano es ser testigo de la Salvación, es ser portador del Evangelio. Es vivir ese mismo amor que Dios tiene especialmente a los que están perdidos, a los que viven en la oscuridad, en las sombras de la muerte, a los que viven prisioneros de tantas esclavitudes, anunciándolo a través de los signos del Amor y la Unidad-

 

La segunda lectura nos recordaba que para que podamos llevar a cabo esa misión Dios nos educa, nos corrige. Como un padre educa y corrige a sus hijos, como Dios corrigió a su pueblo y como Jesús corrigió a sus discípulos. Esa corrección que es la Cruz, esa puerta y camino estrechos que proclamábamos en el Evangelio.

 

La Palabra nos invitaba a aceptar esta obra de Dios en nosotros, esa corrección de Dios, esa puerta y caminos estrechos para que se haga la voluntad de Dios. Pues no sabemos cuántos se van a la salvar pero si sabemos que  la voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad. La Verdad es que Él es amor, es la Vida en plenitud. Para ello, cuenta con Cristo y con su cuerpo que somos nosotros, pues comulgando su Cuerpo en la Eucaristía pasamos a ser su Cuerpo. 

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