Domingo 1º de Adviento "A"
Is 2, 1-5
Sal 121
Rm 13, 11-14
Mt 24, 37-44
Con esta eucaristía del 1er domingo de Adviento iniciamos el nuevo año litúrgico. El Adviento nos invita a celebrar que el Señor que vino humildemente en Belén y viene hoy de una forma escondida a nosotros, como Palabra y Sacramentos de Vida, vendrá de nuevo con gloria para revelar y hacer justicia de nuestra vida, de nuestra historia y de la historia de la humanidad.
El profeta Isaías nos recuerda que la venida del Señor es Evangelio, es Buena Noticia. El Señor viene para llenar de luz a Jerusalén, a la Iglesia, para que pueda cumplir su misión de hacer visible la luz que es Cristo, para que pueda ser causa de gozo y de esperanza en esta generación, para ser un faro que oriente a una humanidad que vive en tinieblas y sombras de muerte. El Señor viene a traer el Shalom, la paz que tanto anhela la humanidad.
El Evangelio advierte que la venida del Señor trae un juicio, un discernimiento. Unos serán arrebatados, otros serán dejados. Cuándo venga el Señor… ¿cómo te encontrará? ¿Te encontrará desprevenido o preparado? ¿Dormido o despierto?
El Señor viene y el Salmo, nos invitaba a salir a su encuentro con alegría. Todo el tiempo de Adviento nos invitará a preparar el camino del Señor que viene: Pero la Palabra que hemos proclamado hoy, ya nos indicaba algunos caminos:
.- La Epístola a los romanos nos invitaba a no ser necios, a abrir los ojos y darnos cuenta del momento en que estamos viviendo, para no caer en la mundanidad, para no dejarnos llevar por la corriente.
.- Tanto la Epístola como el Evangelio nos invitaban a estar despiertos, a no vivir alienados por el trabajo, por los placeres, por la tristeza o la pereza.
.- El Evangelio subraya el estar en vela, invita a adosar las armas de la luz. Estar en vela: como el centinela, como el enfermero al pie de la cama. Pero como lo viven en la última guardia de una "noche que está avanzada pues el día se echa encima". Tensión cargada de esperanza.
Nuestra asamblea da testimonio de que tenemos motivos para ello porque es verdad que la salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. No podemos negar la obra que el Señor ha hecho con nosotros y queremos conocerlo más, estar más cerca de Él, que nuestra vida vaya donde vaya Él.
Celebremos, pues, la Eucaristía con la gozosa esperanza propia del Adviento. Deseando, poder vivir la exhortación que nos hace san Pablo: “Vivid alegres, el Señor está cerca” y uniendo nuestra voz a la oración del Espíritu y de la Esposa: “Ven, Señor Jesús”.

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