Fieles Difuntos 2025
Ap 21, 1-6ª.6b-7
Sal 24
Flp 3, 20-21
Jn 11, 17-27
Celebramos hoy la fiesta de los fieles difuntos. Celebración, Fiesta y Muerte, tres palabras que parece imposible que puedan ir juntas. Y, sin embargo, cuando un hermano muere, hacemos la Celebración de Exequias, a ser posible con la celebración Eucarística.
El hombre es la única creatura que vive adelantada la muerte y que cuando muere no la vive. La muerte siempre está en el fondo de nuestro vivir, pero la vivimos especialmente en momentos de crisis, cuando muere alguien querido, cuando aparece la enfermedad, cuando sentimos que nos vamos haciendo viejos…
Y como el hombre no entiende la muerte, como es el gran misterio, intenta no pensar en ella para seguir viviendo: “El muerto al hoyo, y el vivo al boyo”. Ahora se quema a los muertos y se esparcen sus cenizas pues, consciente o inconscientemente, se trata de olvidar a los que nos han dejado y se olvida la fecha de su partida para que su ausencia no duela. Los psicólogos especialistas en el duelo, hablan de una generalizada "tanatofobia" actual; hace tiempo que la Revelación nos habla del "miedo a la muerte".
Pero, para nosotros, los creyentes, el centro de nuestra fe es el Kerigma. Y el corazón del Kerigma es que “La muerte ha sido absorbida en la Victoria” de Cristo. Cristo, que es la Resurrección y la Vida, con su victoria nos ha liberado del miedo a la muerte y de su aguijón, el pecado, por medio de los cuales el diablo nos tenía sometidos a esclavitud por vida. Sabemos que quien cree en Cristo, aunque haya muerto, vivirá y que el que vive no morirá para siempre”
Celebramos hoy que “el Amor es más fuerte que la muerte”: Y que, por ello, la muerte no interrumpe la Comunión de los Santos, la comunión no sólo con la Iglesia Militante, sino también con la Iglesia que se está purificando, que se está transfigurando para entrar en la plenitud de la Resurrección y de la Vida. Pues sabemos que el Señor tiene que “transformar este cuerpo humilde en un cuerpo glorioso como el suyo”, que “esto mortal se tiene que vestir de inmortalidad y esto corruptible se tiene que vestir de incorrupción”.
Sabemos que nuestro recuerdo, nuestro amor, nuestra oración, por la acción eficaz de la Comunión entre los miembros del Cuerpo de Cristo, ayuda a nuestros hermanos en esa transformación. Y nosotros que hemos muerto y hemos sido sepultados con Cristo en el Bautismo, mientras experimentamos que unidos a él podemos resucitar de tantas muerte, somos ya Ciudadanos del Cielo, y vivimos con la ardiente esperanza de que venga a llevarnos con Él.
Celebremos pues la acción de gracias, la Eucaristía y proclamemos nuestra fe, la fe que nos asegura que nosotros, como nuestros hermanos difuntos, nos dormiremos en el Señor pero al despertar nos saciaremos de su semblante bello y luminoso. Entonces lo veremos tal cual es y seremos semejantes a Él.

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