Domingo 3 Adviento "A".
Is 35, 1-6.10
Sal 145
St 5, 7-10
Mt 11, 2-11
Estamos en pleno adviento y el Evangelio de hoy, a través de Juan el Bautista, nos invita a preguntarnos: ¿es a Jesús a quien esperas? O dicho de otra manera: ¿qué esperas hoy de Jesús? Dejándonos llevar por el Espíritu, nos unimos a la Esposa, a la Iglesia, para gritar: Ven, Señor Jesús. Pero,… ¿por qué o para qué imploramos que venga?
El salmo nos lo recordaba invitándonos a proclamar: Ven, Señor, a salvarnos!
Importante acordarnos de lo que el apóstol Pablo nos decía recientemente: “La salvación está más cerca que cuando empezasteis a creer”. Sabemos que la Salvación consiste en nuestra plena realización a Imagen de Dios, a llegar a ser en plenitud “Hijos de Dios”, pues ahora “lo somos pero esperamos ser semejantes a él cuando lo veamos tal cual es”. El Adviento es un tiempo para pedir al Señor que venga a llevar a plenitud en nosotros la filiación divina.
Podemos pedir la Salvación, porque tenemos experiencia de Salvación. Todas las lecturas nos recordaban que una forma importante de vivir el adviento, de preparar el camino al Señor que viene, es recordar y proclamar la obra que el Señor ha hecho y está haciendo. De cuántas cegueras nos ha curado el Señor, de cuántas sorderas, de cuántas cojeras y parálisis, de cuantas heridas, de cuantas esclavitudes nos ha librado, de cuantas muertes nos ha resucitado.
Tenemos experiencia de Salvación, pero sabemos que no hemos llegado a su plenitud. Y eso es una buena noticia. Pues estamos contentos y agradecidos de que el vaso esté medio lleno, pero nos alegramos de que esté medio vacío, pues nuestro corazón anhela una felicidad más plena, un amor más pleno, una vida más plena. Y no sólo para nosotros, sino para todos los que queremos. “Esperamos del cielo al Señor Jesús. Él transformará este cuerpo débil nuestro, en un cuerpo glorioso como el suyo”
Para poder vivir bien el Adviento la Palabra nos invitaba a pedir dos dones que van unidos: la Paciencia y la alegría interior. A veces nos ataca la impaciencia. No entendemos los tiempos ni los caminos de Dios. Por eso dice Jesús: “Dichoso el que no se escandalice de mí”. El Señor tiene su tiempo y su paciencia con nosotros es salvación. La Paciencia del Señor ilumina el sentido de nuestra paciencia. Él nos conoce y sabe lo que nos conviene y cuando dárnoslo.
La Paciencia como la Esperanza brotan de la confianza en la fidelidad de Dios y eso nos permite vivir alegres porque el Señor está cerca, especialmente en este domingo “Gaudete” que es un anuncio de las grandes fiestas que se acercan.
En este tiempo de Adviento damos gracias al Señor por la obra de Juan el Bautista. Agradezcamos al Señor la labor de todos aquellos que en su pequeñez, en su humanidad, desde su pobreza, nos han anunciado a Cristo, han dado testimonio de Cristo, nos han llevado hasta Cristo. No nos olvidemos de rezar por ellos.

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